Reportaje:

Españoles en Kuwait

El calvario de los familiares

En permanente estado de ansiedad, pendientes de las informaciones que van goteando los diversos medios de información, atentos a cada nueva sacudida del conflicto y literalmente pegados al teléfono, la obsesión de los familiares y amigos de los españoles retenidos en Kuwait es la de recabar, como sea, información que complete los escasos y fríos datos que reciben de las instancias oficiales españolas y de la Embajada iraquí en Madrid.Es el caso de María Soares, madre, de Lamia y Samira, de 10 y 15 años, respectivamente, que quedaron atrapadas en Kuwait por la invasión de las tropas iraquíes cu...

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En permanente estado de ansiedad, pendientes de las informaciones que van goteando los diversos medios de información, atentos a cada nueva sacudida del conflicto y literalmente pegados al teléfono, la obsesión de los familiares y amigos de los españoles retenidos en Kuwait es la de recabar, como sea, información que complete los escasos y fríos datos que reciben de las instancias oficiales españolas y de la Embajada iraquí en Madrid.Es el caso de María Soares, madre, de Lamia y Samira, de 10 y 15 años, respectivamente, que quedaron atrapadas en Kuwait por la invasión de las tropas iraquíes cuando se hallaban, como otros años, de vacaciones con los abuelos paternos. María y su marido, de origen palestino, echan de menos "coordinación y cooperación" por parte de la Oficina de Información Diplomática del Ministerio de Exteriores. "El primer día de la invasión acudimos personalmente al ministerio, pero, tras dos horas de espera, sólo se presentó a hablar con nosotros un conserje; a pesar de que tienen mi teléfono, hasta ahora no me han llamado ni una sola vez", se lamenta María al enseñar los retratos de sus hijas y con la voz marcada por la angustia. Está resignada a no creer en las promesas de Bagdad de permitir la salida de algunos rehenes, entre ellos los españoles, "hasta que vea y abrace a mis niñas". A pesar de los nervios, María no piensa en lo irremediable, sino en cómo resolver las consecuencias negativas que este episodio arrastrará, tras su desenlace, para sus hijas. Su pensamiento está puesto especialmente en Samira, quien tenía que haber regresado a Madrid el día 7 para: preparar los exámenes que tiene pendientes para septiembre en el colegio Ramón y Cajal. "Espero", dice, "que por lo menos sus profesores sean comprensivos con ella...".

Otros familiares no pueden evitar romper en lágrimas mientras relatan sus angustias. Como, por ejemplo, la hermana de María Agustina Rodas Ríos -residente en Zaragoza- que quedó retenida en Kuwait con su esposo, Rashid Omar Hanun, de origen palestino, y sus dos hijos. Fernando Rojas, cuñado de María Antonia, es infatigable al teléfono: "Todos los días hablo con Exteriores", explica Fernando. "El resultado depende de la suerte; a veces habla conmigo la propia subdirectora de la OID, María Asunción Ansorena; otras, caes en manos de funcionarios que no tienen ni idea y te rebotan de un teléfono a otro", añade Fernando, quien también intenta informarse llamando a la Embajada española en Ammán y a la de Irak en Madrid. "Los representantes iraquíes son muy amables; nos dicen que no nos preocupemos porque los españoles están muy bien considerados en su país y que nuestra diplomacia está siendo muy congruente".

En algunos casos, la angustia y la incertidumbre han calado tan hondo en ellos que cuando hablan por teléfono se quedan dubitativos y se resisten a hablar. Es el caso de la madre de Joaquín Fuentes Bardají, secretario general técnico del Ministerio de Justicia, quien, muy preocupada, se limitaba a repetir que no sabía nada de su hijo y que además le habían aconsejado que no dijera nada.

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