Ignacio Cardenal, editor

Ignacio Cardenal Abaitua falleció el 6 de marzo en Madrid, dos días antes de cumplir 48 años; en la noche del jueves 1, y cuando volvía a su casa desde el despacho, sufrió un irreversible derrame cerebral.Nacido en Bilbao en 1942, licenciado por la Escuela Superior de Técnicos Empresariales de San Sebastián, comenzó su vida editorial en 1971 en la editorial ZYX, una pequeña firma de talante combativo, de donde pasó en 1973 a la Editorial Deusto, más dedicada a poner orden en los números. En 1979 se encargó de la dirección general del grupo editorial formado por Alfaguara, Taurus y Altea, donde...

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Ignacio Cardenal Abaitua falleció el 6 de marzo en Madrid, dos días antes de cumplir 48 años; en la noche del jueves 1, y cuando volvía a su casa desde el despacho, sufrió un irreversible derrame cerebral.Nacido en Bilbao en 1942, licenciado por la Escuela Superior de Técnicos Empresariales de San Sebastián, comenzó su vida editorial en 1971 en la editorial ZYX, una pequeña firma de talante combativo, de donde pasó en 1973 a la Editorial Deusto, más dedicada a poner orden en los números. En 1979 se encargó de la dirección general del grupo editorial formado por Alfaguara, Taurus y Altea, donde, con la asistencia de Jaime Salinas y José María Guelbenzu, marcó el nuevo rumbo de un sello que todavía conserva la influencia de su personalidad. Porque como editor fue de aquellas personas -como Barral, como Salinas- que supieron transmitir al sello sus atractivos personales; tal vez por eso, Alfaguara fue durante la época Cardenal la más elegante editorial española, la más atenta con el autor y, en cierto modo, la más decidida a vender calidad literaria. Tras un breve paréntesis (entre 1987 y 1989) dedicado a la producción cinematográfica en Sabre Films, con José Sámano, en febrero de 1989 fue nombrado por el Ministerio de Cultura gerente de la Fundación Thyssen, a la que sin duda, con independencia de la importancia de la colección, habría sabido contagiar con aquella insólita combinación de eficacia y encanto que poseía Ignacio Cardenal.

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