Crítica:

'El apartamento"

22.35, TVE-2 (120 minutos)Otro Billy Wilder monumental. El causticismo llevado al límite. El americano medio, tocado y hundido, agazapado en el meollo de sus miserias. Y el americano medio, ojo, es sólo un punto de referencia para explorar al hombre medio contemporáneo, de hoy -hoy es 1960, el 1960 de El apartamento, tanto o más que en 1960-, el hombre medio dispuesto a la conquista de la empresa, a la de la secretaria o ascensorista y a las delicias del adulterio, esquilmando toda falta, cóctel u oferta de prosperidad laboral que se le ponga por delante. Y en esa vorágine del capitalis...

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22.35, TVE-2 (120 minutos)Otro Billy Wilder monumental. El causticismo llevado al límite. El americano medio, tocado y hundido, agazapado en el meollo de sus miserias. Y el americano medio, ojo, es sólo un punto de referencia para explorar al hombre medio contemporáneo, de hoy -hoy es 1960, el 1960 de El apartamento, tanto o más que en 1960-, el hombre medio dispuesto a la conquista de la empresa, a la de la secretaria o ascensorista y a las delicias del adulterio, esquilmando toda falta, cóctel u oferta de prosperidad laboral que se le ponga por delante. Y en esa vorágine del capitalismo, la gran ciudad, el olor a triunfo y el sexo de usar y tirar, el personaje de C. C. Baxter -a la medida de Jack Lemmon-, un dechado de virtudes, aparece como un ser anacrónico al que hay que exterminar en bien de la amoralidad imperante. El happy end final es un parche que la moral del momento impuso al guión superlativo de Wilder e I. A. L. Diamond para que el infierno de Manhattan tuviera al menos un boquete por el que penetrar la redención y, con ella, la esperanza. Pero no nos lo creemos.

Fotografiada por Joseph La Shelle en tonos fríos y realistas y potenciado por los espléndidos decorados de Alexander Trauner. Magníficamente interpretada, además de por Lemmon, por Shirley MacLaine, Fred MacMurray y secundarios de peso. Y orquestada por Wilder con el ritmo, la cadencia, los compases propios de las obras maestras. Lo es, y como pocas.

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