Cuando el gran indio se rinde

Hace pocos domingos vimos una de las mejores y más sentidas películas de Sam Peckinpah, Junior Bonner; reflexión sobre un mundo muy querido y muy propio que se va sin billete de vuelta posible y sobre unos caracteres casi mitológicos enraizados en la cultura norteamericana. El mismo discurso melancólico, en fin, que definía la personalidad importante y convulsiva de su autor. Lo curioso es que esa voz distinguida se apagara unos años después con una película como Los aristócratas del crimen. Este filme contiene la característica violencia del cine de Peckinpah, incluso esos memor...

Hace pocos domingos vimos una de las mejores y más sentidas películas de Sam Peckinpah, Junior Bonner; reflexión sobre un mundo muy querido y muy propio que se va sin billete de vuelta posible y sobre unos caracteres casi mitológicos enraizados en la cultura norteamericana. El mismo discurso melancólico, en fin, que definía la personalidad importante y convulsiva de su autor. Lo curioso es que esa voz distinguida se apagara unos años después con una película como Los aristócratas del crimen. Este filme contiene la característica violencia del cine de Peckinpah, incluso esos memorables ralentís para el vaciado de sangre; pero aquí están al servicio de nada. No hay pensamiento ni ideas sustentando la acción, sólo karate, o kung fú, y un intrincado asunto de espionaje y mafias. El gran indio se rindió en esa película.Los otros filmes de la programación de hoy tampoco Pintan bien. Loco de amor posee una línea muy a lo Woody Allen (las neurosis de la vida moderna en Nueva York circunscritas al mundo de los psicoanalistas, con la figura rediviva de Freud en cabecera, un papel que borda Alec Guinness), pero la desperdicia su puesta en escena algo adocenada. Zeppelin es un intento frustrado de superproducción bélica, y Kazablan, un musical israelí con pretensiones de retrato social.