Tribuna:

Grandeza

Entre las pocas verdades que e este mundo contradictorlo existe dos son incontrovertibles: una, qu no hay gran hombre para su ayud de cámara; otra, que no somos nadie, y menos en calzoncillos. La primera cae en desuso por la propia evolución de los tiempos: ayudas de cámara apenas quedan, pues cuestan un congo y suelen ser de naturaleza cotilla. En cambio, la segunda verdad seguirá vigente mientras lo hombres lleven calzoncillos.Los grandes hombres no deberían llevar calzoncillos nunca, pue a ver quién es el guapo que mantiene en calzoncillos su carisma. La esposas de los líderes políticos sue...

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Entre las pocas verdades que e este mundo contradictorlo existe dos son incontrovertibles: una, qu no hay gran hombre para su ayud de cámara; otra, que no somos nadie, y menos en calzoncillos. La primera cae en desuso por la propia evolución de los tiempos: ayudas de cámara apenas quedan, pues cuestan un congo y suelen ser de naturaleza cotilla. En cambio, la segunda verdad seguirá vigente mientras lo hombres lleven calzoncillos.Los grandes hombres no deberían llevar calzoncillos nunca, pue a ver quién es el guapo que mantiene en calzoncillos su carisma. La esposas de los líderes políticos suelen ser escépticas respecto a la grandeza de sus maridos precisamente por eso, y ha de reconocerse el mérito de su fidelidad y su discreción. La esposa de Ciriaco de Mita alcanza la categoría de heroína, porque Ciriaco de Mita, en calzoncillos, debe de ser un poema. A veces rio se trata de grandes hombres, sino de grandes mujeres, y entonces el mérito corresponde a los maridos. El esposo de la señora Thatcher sería uno de ellos, aunque, quién sabe, quizá la señora Thatcher en bragas tenga encanto. La mujer dispone de recursos adicionales para estos casos Por ejemplo, los ligueros.

El comportamiento del consorte suele revelar si el otro cónyuge posee una grandeza tan cierta que le aguanta en paños menores. El día que el esposo de la señora Thatcher decida dedicarse a la política activa y asuma la disciplina de partido qu le imponga su santa esposa, por mantenerla primera ministra, és será prueba de que la Dama de Hie rro es una gran mujer.

Seguramente bien quisiera el fiel esposo de la señora Thatcher, porqu le ha de asfixiar el número 10 de Downing Street y tendrá la aspira ción legítima de realizarse: con su propias manitas. Si no lo hace ni la señora Kohl, ni la señora Mitterrand ni los demás cónyuges del colectivohabrá de ser porque en Europa no hay líderes políticos con grandeza Dos, por lo menos, no los hay.

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