Crítica:CINE EN TELEVISIÓN

Parodia pobre

El prisionero de Zenda, la célebre novela de Anthony Hope, tuvo ya una versión cinematográfica en 1922, de la mano de Rex Ingram; sin embargo, serían John Cromwell y Richard Thorpe, en 1937 y 1952, respectivamente, y también respectivamente con los muy idóneos Ronald Colman y Stewart Granger de protagonistas, quienes la inmortalizarían en dos modélicas películas de aventuras.Una parodia del texto y las películas, ambos eternos, yacía en el centro de esa monumental comedia de tartas y batacazos que era y sigue siendo La carrera del siglo, de Blake Edwards, y el episodio lo hizo me...

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El prisionero de Zenda, la célebre novela de Anthony Hope, tuvo ya una versión cinematográfica en 1922, de la mano de Rex Ingram; sin embargo, serían John Cromwell y Richard Thorpe, en 1937 y 1952, respectivamente, y también respectivamente con los muy idóneos Ronald Colman y Stewart Granger de protagonistas, quienes la inmortalizarían en dos modélicas películas de aventuras.Una parodia del texto y las películas, ambos eternos, yacía en el centro de esa monumental comedia de tartas y batacazos que era y sigue siendo La carrera del siglo, de Blake Edwards, y el episodio lo hizo memorable la extraordinaria y amanerada caricatura de Jack Lemmon, doble de Jack Lemmon.

Maestro de la comedia

Lo curioso del caso es que todavía se acordaran de El prisionero de Zenda en 1979, ayer mismo, también en modalidad paródica. Curiosidad doble al venir firmada por quien fuera maestro de la comedia, Richard Quine, de la misma quinta de Edwards y colaborador suyo en los albores de sus respectivas carreras del siglo. Quine, a diferencia de Edwards, que con panteras rosas a mansalva y algunas joyas de mérito artístico y comercial seguía manteniendo alto su status, había entrado ya en la década de los setenta con poca fortuna -aunque El infierno del whisky es una obra estupenda- y El estrafalario prisionero de Zenda no es sino una triste constatación de su estela desnortada y de lo que tenía que hacer el hombre para echarse unas migajas al estómago: imitar a Edwards, precisamente, con un Peter Sellers patoso como Clouseau, proclive al disfraz como Clouseau, generador de gags como Clouseau. Afortunadamente, alguno de ellos recuerda que Quine fue un cineasta de talento, aunque desgraciadamente, pocos de ellos.El estrafalario prisionero de Zenda se emite a las dos de la madrugada por TVE-1.

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