Crítica:

Estigma de nuestros días

Afirmarse adicto al cine de Peter Greenaway y tomarle a uno por esnob irremediable son posturas que corren paralelas. Por algo será. Quince años atrás podían mirarte con recelo si hacías públicas tus simpatías por el arte de Antonioni, y también era por algo.Ser greenawaiano, para muchos, es subirse al carro de la alta cultura de hoy mismo, saber vestir bien el gusto y poseer la formación estética más avanzada. Claro es que no sólo de dibujantes, zoos y arquitectos triperos vive su cine, que empezó en 1986 y conoció una continuada y fructífera etapa de cortos experimentales, hasta su re...

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Afirmarse adicto al cine de Peter Greenaway y tomarle a uno por esnob irremediable son posturas que corren paralelas. Por algo será. Quince años atrás podían mirarte con recelo si hacías públicas tus simpatías por el arte de Antonioni, y también era por algo.Ser greenawaiano, para muchos, es subirse al carro de la alta cultura de hoy mismo, saber vestir bien el gusto y poseer la formación estética más avanzada. Claro es que no sólo de dibujantes, zoos y arquitectos triperos vive su cine, que empezó en 1986 y conoció una continuada y fructífera etapa de cortos experimentales, hasta su reconocimiento internacional con los largos, etapa puramente underground (His for house, Windows, A walk through H, The falls ... ), llena de hallazgos semánticos y de percutantes universos por los que la razón tantas veces se desliza en compañía de la sinrazón y del juego.

El contrato del dibujante, de 1982, nace ya, por tanto, en plena madurez formal y conceptual. Sigue siendo -¡y ay de su cine si deja de serlo alguna vez!- un juego, un juego para grandes conocedores de la cultura europea de todos los tiempos, y en especial, de la pictórica.

Lícito será el parecer del espectador que encuentre en la película petulancia y pedantería desbordando las dos dimensiones del plano. Tan lícito como quien vea en ella un arriesgado ejercicio de estilo que explora, a veces en zigzag, siempre a través de laberintos, nuevos caminos de expresión.

Tanto los unos como los otros, sin embargo, habrán de coincidir en la excelente simbiosis entre el cineasta y Michael Nyman, cuyo resultado final es una elaboradísima página del arte audiovisual de nuestros días.

Poco interés

Limitado interés deparan los otros productos de la programación de hoy: una versión con personajes de carne y hueso del famoso melodrama Marco, de Edmundo de Amicis, en película más conocido por De los Apeninos a los Andes.

El Consejero es una vulgar película sobre la Mafia perpetrado a costa del éxito de El padrino, de Coppola; y, para finalizar, una apologética película cubana de 1967, Aventuras de Juan Quin Quin, dirigida por Julio García Espinosa, uno de los hombres fuertes del cine oficial, u oficialista si se prefiere, del régimen castrista.

De los Apeninos a los Andes se emite a las 16.00; El contrato del dibujante, a las 0.20 horas; El consejero, a las 3.50, y Aventuras de Juan Quin Quin, a las 7.15, todas por TV E-1.

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