Crítica:CINE EN T. V. E.

Música para la historia

La sala de baile (Le bal, 1983), película con la que su director, Ettore Scola, ganó el Oso de Plata en el festival de Berlín, dividió las opiniones del público cuando su estreno. Un puro artificio estético según algunos, obra experimental y subyugante según otros, La sala de baile es, en todo momento, una película insólita, singular y atrevida. A ver si no es insólito, singular y atrevido en nuestros días, de tanto cine parlanchín -que las más de las veces habla y habla sin decir nada-, perpetrar un filme sin diálogo, sólo música; sin personajes, únicamente siluetas, pantomimas y c...

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La sala de baile (Le bal, 1983), película con la que su director, Ettore Scola, ganó el Oso de Plata en el festival de Berlín, dividió las opiniones del público cuando su estreno. Un puro artificio estético según algunos, obra experimental y subyugante según otros, La sala de baile es, en todo momento, una película insólita, singular y atrevida. A ver si no es insólito, singular y atrevido en nuestros días, de tanto cine parlanchín -que las más de las veces habla y habla sin decir nada-, perpetrar un filme sin diálogo, sólo música; sin personajes, únicamente siluetas, pantomimas y caricaturas; sin argumento alguno, simplemente el paso de los años -de 1936 a hoy-, en un espacio único, la sala de baile del título, que cambia decorados según las modas y ve cambiar la gente -los mismos danzarines con atuendos renovados- y sus maneras. Con todo ello, Scola pretendió, con resultados notables a mi juicio y con destreza en las elipsis y el movimiento de la cámara, siempre elegante, contar la bulliciosa historia de nuestro siglo a través del detalle, el gesto, el temperamento humano. En la película, como escribía Francisco Ayala, "el tiempo se disuelve y anula con una sugestión del eterno retorno, y la sala de baile viene a resumir y compendiar el lugar de estación del hombre sobre la tierra".La historia es también el eje sobre el que gira El puente, producción alemana de Bernard Wicki, de 1959, muy alabada en los años sesenta por su crítica a la guerra -un grupo de adolescentes movilizados pocos -días antes del término de la 11 Guerra Mundial, según la novela de Manfred Gregor- y su voluntad realista, de documento un tanto rosselliniano. Son méritos que nadie podrá negar a la obra, aunque la óptica que conceden los treinta años de distancia quizá acrecentará cierta ingenuidad, cierta trampa sentimentalista, algo de lo que sigue estando exenta Roma, ciudad abierta, por mentar un pretendido modelo.

Reservando Rocío de la Mancha a consumidores de cine español, sociólogos y probables estudiosos, ahora que está el ciclo de la Dúrcal, destaquemos Amantes y otros extraños, una comedia dramática inédita aquí sobre las relaciones de la pareja -analizada al microscopio el día en que dos jóvenes se casan- e interpretada por un grupo de excelentes actores, entre los que destaca Richard Castellano -actor recientemente fallecido y a quien se recordará por su papel de amigo, guardaespaldas, matón, etcétera, de El padrino-, que obtuvo una candidatura al Oscar por esta película, estatuilla que ganó John Mille por La hija de Ryan.

La sala de baile se emite a las 22.25 por TVE-1; El punte, a las 7.20 por TVE-1; Rocío de la Mancha, a las 17.30 por TVE-1, y Amantes y otros extraños, a las 2.00 por TVE-1.

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