Tribuna:

El hijo

Ese españolito que viene al mundo, de madre cerámica y padre acorazado, nunca sentirá el corazón helado por una de las dos Españas. Al fin y al cabo, en él está la síntesis del desencuentro hispano. Sus cromosomas combinan la razón republicana de su padre con los fastos cortesanos de mamá. Cincuenta años atrás un niño así hubiera sido el mesías prometido, hoy es una simple confirmación de que mil banderas más o menos rojas nunca llegarán tan lejos como un juego de sábanas blancas desplegadas con sabiduría transoceánica.En los archivos amnióticos de Isabel este hijo de Oriente y Occidente está ...

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Ese españolito que viene al mundo, de madre cerámica y padre acorazado, nunca sentirá el corazón helado por una de las dos Españas. Al fin y al cabo, en él está la síntesis del desencuentro hispano. Sus cromosomas combinan la razón republicana de su padre con los fastos cortesanos de mamá. Cincuenta años atrás un niño así hubiera sido el mesías prometido, hoy es una simple confirmación de que mil banderas más o menos rojas nunca llegarán tan lejos como un juego de sábanas blancas desplegadas con sabiduría transoceánica.En los archivos amnióticos de Isabel este hijo de Oriente y Occidente está aprendiendo a enfrentarse con el objetivo de las cámaras. Le basta oír la voz del obstetra para sonreír desde la orfebrería de sus células, consciente de que incluso su ecografía podría ser portada. La expectación ante este nuevo ser que amplía la fecunda colección preyshana está justificada: en plena crisis de la panadería neonatal, ¿qué traerá este niño o esta niña bajo el brazo? ¿Vendrá con una baldosa o con una revaluación de la peseta? ¿Arrullarán sus sueños las palomas marbellíes o se dormirá en su cunita de papel salmón con nanas financieras y rumores de crisis inminentes en Hacienda?

Porque este hijo de la Universidad y la frivolidad ha conseguido derretir en pequeños gestos de ternura los témpanos flotantes de la economía. Un biberón en manos del padrazo Boyer es algo más que el cetro de su estabilidad sentimental. Se trata sin duda de un indicador indiscutible de la reactivación económica española. Cuando un banquero procrea, la bolsa sube, las inversiones se disparan y hasta los sindicatos prueban de desmayarse en brazos de Solchaga para ver si le hacen suyo. Este hijo que viene es un poco el hijo de todos. Llevaremos las cuentas del preparto con el rigor de las declaraciones de renta y aprenderemos a querer a sus papás tardones con el afecto debido a la gente que ha sufrido mucho. Cuando nazca, el mundo será como una gran peladilla de porcelana, los flashes deslumbrarán al sol y Cuadernos para el Diálogo y Hola editarán un número conjunto.

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