Crítica:EL CINE EN T. V. E.

La seriedad moscovita, París evita

Los mismos guionistas de La octava mujer de Barba Azul (1938), la película emitida la semana pasada dentro del ciclo que Televisión Española viene programando sobre el cineasta berlinés Ernst Lubitsch (1892-1947), Charles Brackett y Billy Wilder, ahora acompañados de Walter Reisch, volvieron a servirle en bandeja a Lubitsch, un año después de aquella comedia protagonizada por Gary Cooper y Claudette Colbert, un texto de hierro, una endiablada sátira sobre el comunismo y el capitalismo, con clara victoria final de éste sobre aquél.Si siempre ha sido estúpido medir las comedias con cartab...

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Los mismos guionistas de La octava mujer de Barba Azul (1938), la película emitida la semana pasada dentro del ciclo que Televisión Española viene programando sobre el cineasta berlinés Ernst Lubitsch (1892-1947), Charles Brackett y Billy Wilder, ahora acompañados de Walter Reisch, volvieron a servirle en bandeja a Lubitsch, un año después de aquella comedia protagonizada por Gary Cooper y Claudette Colbert, un texto de hierro, una endiablada sátira sobre el comunismo y el capitalismo, con clara victoria final de éste sobre aquél.Si siempre ha sido estúpido medir las comedias con cartabón ideológico, hoy, cuando lo que verdaderamente puede dañar los debilitados principios del público tiene otras procedencias -y no quisiéramos hablar del señor aquel que, armado hasta los dientes con metralletas y embellecido con springsteenianas cintas capilares, mata a razón de mil rusos por sesión-, es más estúpido todavía.

La comisaria, en París

Si hasta hace cuatro días nos reíamos de un Alfredo Landa que va a ligar extranjeras a la costa, por qué no vamos a hacerlo de esos tres agentes soviéticos que llegan a París y degustan a conciencia el espumoso y las camareras, y de su comisaria rígida, seria, patriótica y práctica, que llega a poner orden y que, precisamente por eso, por práctica, acaba convertida en un ser fácilmente seducible ante los encantos de un sombrero, un galán y unas noches calientes.Pero la verdad es que esta película fue duramente ignorada durante años combativos por la burla a esos señores de cejas anchas y sus sistemas de vida y domicilio compartido.

Atentos a su sentido, Lubitsch, como siempre, sólo proclama la joie de vivre, y lo hace con el gran arte de su cine, el mejor aprovechamiento del mito de Garbo -sólo bajo la férula de Mamoulian en La reina Cristina de Suecia ha estado Greta comparable a Ninotchka-, y su risa -"¡Garbo ríe!", fue la proclama comercial, que se ha hecho legendaria- y el atinado servicio de Sig Ruman, Felix Bressart y Alexander Granach como los tres alegres comisarios. Junto a Garbo, también el acompañamiento actoral de Melvyn Douglas y Bela Lugosi.

Ni que decir tiene que Ninotchka ofrece una catarata ininterrumpida de diálogos brillantísimos bajo la que se esconde una despiadada crítica al género humano.

Lubitsch, que se vaya enterando el asiduo a este ciclo, además de un cómico puro y de elegáncia única, era también filósofo.

Ninotchka se emite hoy, a las 21.20, por TVE-2.

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