Tribuna:

Clan Campbell

Inveraray es uno de estos pequeños pueblos escoceses que la marea depositó un día junto a la ribera y se olvidó de recogerlo a la siguiente luna. Una vez al año se condensa en Inveraray todo el espíritu de ese gran norte de Europa al que ni siquiera las legiones romanas pudieron sojuzgar. Se trata de los Highland games, una especie de juegos olímpicos brut nature donde los más recios mocetones del lugar compiten en el lanzamiento de troncos o en el vuelo de sus faldas entre un incesante chirrido de gaitas. Hay un estallido de salud en las mejillas sonrosadas de esos atletas de la...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Inveraray es uno de estos pequeños pueblos escoceses que la marea depositó un día junto a la ribera y se olvidó de recogerlo a la siguiente luna. Una vez al año se condensa en Inveraray todo el espíritu de ese gran norte de Europa al que ni siquiera las legiones romanas pudieron sojuzgar. Se trata de los Highland games, una especie de juegos olímpicos brut nature donde los más recios mocetones del lugar compiten en el lanzamiento de troncos o en el vuelo de sus faldas entre un incesante chirrido de gaitas. Hay un estallido de salud en las mejillas sonrosadas de esos atletas de la tierra. Y hasta la luz reumática de Escocia recupera en estos días el tono solar de los mejores blended.

Preside los juegos de Inveraray lan Campbell, duodécimo duque de Argyll. Se desliza con su cayado por entre las multitudes y a su paso se percibe un lejano aroma feudal que surge de las exigencias del guión más que de las de la sangre. El duque es el jefe del clan Campbell, el más numeroso de Escocia, y el autor de un whisky supremo que lleva su nombre y su firma. Enseña su castillo sin mirar a los ojos. Dentro de sus muros no cabe más historia que la de su estirpe. Escenas de caza, vajillas de plata, gobelinos multicolores que se forjaron sobre las páginas más oscuras de un imperio. Entre sus propiedades el duque de ArgyII tiene un galeón español, hundido hace cuatro siglos en las costas del clan. Lo mandó Felipe II cargado de joyas para sobornar a los hombres pero no contó con los elementos. Ahora el duque, 400 años después, está dispuesto a zambullirse para sanear su economía con algunos cofres de doblones mojados.

Todos los nobles tienen un tesoro ajeno bajo las aguas propias, una historia brillante entre la historia negra y una etiqueta con su nombre sobre cualquier botella. Si algún sentido tiene la nobleza, tanto da riojana o escocesa, es ese delantal de blasones impresos que da nombre y apellidos a la alegría líquida de la gente llana. Tal vez el clan más numeroso con que cuenta el señor Campbell. Su único tesoro encima de las aguas.

Archivado En