Tribuna:

Porcelanín

Al fin, una inteligente firma se ha dado cuenta de que la cerámica es femenina y le ha puesto encima lo que hay que poner. Un caballero. Estaba una ya harta de tanta exótica envasada al vacío estimulándola para hacerse con unos suelos, unos alicatados y unos revestimientos orgiásticos. Será por deformación, de tanto ir al cine en mi infancia, pero cuando veo una asiática en pantalla no pienso en comprar, sino en huir de Fu Man-chu.Ahora tenemos a Bertín. Pero no os hagáis ilusiones. El Señor nos lo da y el Señor nos lo quita. Como no le cuidemos, en cuanto termine su contrato pueden sustituirl...

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Al fin, una inteligente firma se ha dado cuenta de que la cerámica es femenina y le ha puesto encima lo que hay que poner. Un caballero. Estaba una ya harta de tanta exótica envasada al vacío estimulándola para hacerse con unos suelos, unos alicatados y unos revestimientos orgiásticos. Será por deformación, de tanto ir al cine en mi infancia, pero cuando veo una asiática en pantalla no pienso en comprar, sino en huir de Fu Man-chu.Ahora tenemos a Bertín. Pero no os hagáis ilusiones. El Señor nos lo da y el Señor nos lo quita. Como no le cuidemos, en cuanto termine su contrato pueden sustituirlo por Chabely, que tiene la ventaja de ser, tras su pase por Japón, una mujer exótica por partida doble y, en lo que a mí respecta, tan aterradora como Sessue Hayakawa en El puente sobre el rio Kwai.

Aunque siempre pensé que Bertín, ese pedazo de ser, servía más bien para anunciar frisos jónicos, o incluso dóricos, qué más da. Con su altura, no sé por qué ha cogido la perra del chalé, cuando lo que necesita es un faro. ¿Imaginan esos ojazos asomando por el fanal, alumbrándonos en plan mediterráneo? Pero me estoy yendo del tema principal, queridas. Y era que debemos hacer lo que sea para que Bertín se quede en calidad de anunciante fijo. No podemos permitir que se produzca un nuevo Pearl Harbour.

Hay que comprar. Hay que adquirir. A Bertín y su cerámica los debemos perseguir. Dispendiar, dilapidar, los ahorros locamente al ceramista entregar. ¿Qué rincón alicatar? ¿Qué baldosas primorosas lograremos colocar? ¿Qué azulejos con reflejos, que nos luzcan como espejos, intentaremos colar? ¿Qué zócalos sonrosados, a los bajos adosados, trataremos de acopiar? Esteras, corchos, moquetas, parqués, espartos, dachonas y pieles de silicona cambiaremos por losetas. ¿Y los techos? Fuera vigas, cielos rasos, al desecho. Con floridas filigranas de naranjas y manzanas los podremos adornar. ¡Y a jugaaaar!

Esto es el esplendor de Bizancio.

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