Arconada en el cielo y en la tierra

Luis Miguel Arconada, don Luis en los medios futbolísticos, guardará esta noche la puerta donostiarra con su destreza habitual y la determinación casi fanática que se ha autoimpuesto esta temporada. Al borde de los 34 años, Arconada se incluye en la rara nómina de futbolistas que pueden conducir sin interferencias los últimos pasos de sus carreras. Decidido a entrar como un héroe en la mitología del fútbol, Arconada quiere disfrutar rápidamente -antes incluso de descalzarse definitivamente los guantes de su condición de legendario.Para someterse a la disciplina que requieren las grandes empres...

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Luis Miguel Arconada, don Luis en los medios futbolísticos, guardará esta noche la puerta donostiarra con su destreza habitual y la determinación casi fanática que se ha autoimpuesto esta temporada. Al borde de los 34 años, Arconada se incluye en la rara nómina de futbolistas que pueden conducir sin interferencias los últimos pasos de sus carreras. Decidido a entrar como un héroe en la mitología del fútbol, Arconada quiere disfrutar rápidamente -antes incluso de descalzarse definitivamente los guantes de su condición de legendario.Para someterse a la disciplina que requieren las grandes empresas, el gran cancerbero anunció hace no mucho que ésta sería su última temporada en los estadios. Como es hombre de carácter, también aseguró que jamás estaría dispuesto a arrastrarse por el césped. El anuncio llevaba implícitos dos retos: demostrar que es el mejor en su trabajo y engrandecer el mito cada domingo, bajo los palos de la Real Sociedad. Y así ha ocurrido: Arconada, asombra cada tarde a los delanteros rivales, reafirma a sus defensas, lanza sutiles guiños a Miguel Muñoz y atemoriza a John Toshack -sujeto muy poco dado a dejarse impresionar por nadie- y a Iñaki Alkiza, que tiemblan con la perspectiva del adiós.

A toda esta puesta en escena, por otra parte común a todos los astros del fútbol, Arconada ha añadido la intangibilidad de los dioses. Como un serafín, se ha elevado por encima del universo del balompié, poblado, entre otros, por veteranos que imploran la prórroga de sus contratos e insomnes que incluyen a Mufloz en sus oraciones. A estas alturas, el guardameta donostiarra se ha hecho un hueco privilegiado en el fútbol: está en disposición de rechazar contratos multimillonarios, siembra la inquietud entre la hinchada de la Real Sociedad y su directiva -y, por extensión, entre los devotos del fútbol-, gobierna en el campo, en el vestuario y en los despachos y se concede el placer de dictar condiciones a los periodistas, para los que no habla de su hipotético retorno a la selección y de su retirada. En los últimos tiempos parece como si fuera un tema tabú.

Mientras tanto, acrecienta con sus formidables actuaciones el tamaño del mito. Ésa es la doble ubicación de Arconada: en el cielo y en la tierra, como terrícola y portento sobrenatural, entre don Luis y san Luis.

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