EUROCOPA DE FÚTBOL

España necesitó de Austria para clasificarse

, España se clasificó en Viena. En Sevilla no consiguió los ocho goles deseados, pero sí cinco, en un partido que jugó mal, aunque ardorosamente y con gran entrega. El encuentro terminó seis minutos más tarde de que los transistores llevaran al estadio la noticía del empate de Rumania en Austria. Terminó, por tanto, jubilosamente y supuso un nuevo episodio en la relación de afecto entre la selección y Sevilla.Como se esperaba, Albania fue un equipo claramente inferior, que se encajó en su área y apenas fue capaz de salir de su propio campo. La ferocidad del pressing para ahogar al conjunto...

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, España se clasificó en Viena. En Sevilla no consiguió los ocho goles deseados, pero sí cinco, en un partido que jugó mal, aunque ardorosamente y con gran entrega. El encuentro terminó seis minutos más tarde de que los transistores llevaran al estadio la noticía del empate de Rumania en Austria. Terminó, por tanto, jubilosamente y supuso un nuevo episodio en la relación de afecto entre la selección y Sevilla.Como se esperaba, Albania fue un equipo claramente inferior, que se encajó en su área y apenas fue capaz de salir de su propio campo. La ferocidad del pressing para ahogar al conjunto contrario fue lo único de verdad posítivo de España.

El equipo parecía estar mal construido. 0, si acaso, construi- do de acuerdo a una idea que no se llevó a cabo. Había jugadores liara progresar por las alas, Michel y Julio Alberto, pero o no se les dio juego o no estuvieron ellos atentos a esa función. Había un hombre para marcar la pauta en el medio campo, Señor, pero, engeneral el equipo le ignoró. Había arriba dos delanteros pequeños y rápidos, propicios para jugar en compañía de los elementos que llegan de atrás, pero se les relegó a la condición de finalizadores. Se les enviaba el balón desde lejos y por alto, sin posibilidades para que lo jugaran.

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El -aturdimiento fue la característica de España durante muchos minutos. Ni siquiera el primer gol, que llegó pronto y de forma inmerecida, gracias a un rebote, sirvió para serenar las cosas. Albania comenzó a cobrar confianza hacia la media hora de juego y en dos minutos ofreció los llegadas bastante claras en las que rozó el gol. Pero la suerte acompañó a España, que, poco después de eso, arañó, en tres minutos, dos nuevos goles.

Sólo con el 3-0, España co- menzó a jugar con algo de calma El balón empezó a pasar por Señor, y Michel y Julio Alberto ocuparon sus puestos en las bandas Víctor, Calderé y la defensa siguieron atentos a su tarea de recuperación de la pelota y Sanchis o Goikoetxea, de forma alternativa y algo más ordenada, se apuntaron a los ataques. España llegó al descanso sin más goles pero con buenas perspectivas. Rumanía no marcaba en Austria, y, aunque el 3-0 no suponía ir exactamente con el horario previsto (habría hecho falta un gol más), al menos se había sacado una renta bastante alta del primer tiempo y cabía esperar que según vinieran más tantos el des moronamiento de Albania facilitara el llegar a los ocho.

La presencia de Llorente en lugar de Calderé le dio a España más fuerza por la banda izquierda y más aún la salida posterior de Quique Flores en reemplazo de Julio Alberto. Entre los dos casi consiguieron espantar el fantasma de Gordillo, cuya ausencia se notaba de forma dolorosa. Los dos cambios mejoraban al equipo, que, además, siguió en su línea de mejora apuntada durante el primer tiempo. Pero quedó constancia de que Albania no es Malta. Cuando España empezó a ordenarse, al final del primer tiempo, el rival echó mano de la trampa del fuera de juego (¿o se llamará esto en Albania achique de espacios?) y obtuvo frutos.

Por otra parte, Albania tampoco se descompuso, no se desmoronó bajo el peso de los goles, como ocurriera con Malta hace cuatro años. Indudablemente, es un equipo más hecho y más entero físicamente. Siempre inferior, pero capaz de mantener hasta el minuto 90 la misma resistencia. España recurrió con frecuencia a Llorente, ignorando quizá demasiado las posibilidades de la otra banda, y Llorente cumplió, marcó un gol, y llevó bastante peligro. Sanchis se adelantó casi definitivamente y Señor quedó atrás, como iniciador de las jugadas. El equipo, en general, tuvo iniciativa y hasta orden en el ataque, aunque defensivamente se desprotegió demasiado y ofreció a los albaneses claras posibilidades de contraataque.

El resultado de todo ello fue un partido corajudo, jugado en el campo y, vivido en las gradas con tensión, con un oído en los transistores. Según pasaba el tiempo llegaba la convicción de que la meta de: ocho goles era inalcanzable, pero se aplazaba la noticia fatídica del gol rumano. Al final llegó la fiesta. El empate en Austria daba por válidos los cinco goles de España, que no se ha clasificado en este partido, sino en todos los anteriores.

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