Jadiyetu Mojtar

A los 15 años eligió el exilio y hoy organiza a la mujer saharaui

Jadiyetu Mojtar sólo tenía 15 años la noche del 28 de febrero de 1976, cuando las tropas marroquíes penetraron en territorio saharaui. Entonces estudiaba bachillerato en El Aaiún. No lo pensó dos veces, y esa misma noche, andando y con una cantimplora de agua, atravesó la frontera con otros cuatro compañeros de estudios para unirse al Frente Polisario. En el territorio anexionado por Marruecos quedó parte de su familia y sus amigos, y unos estudios interrumpidos indefinidamente. Ahora es la responsable internacional de la Unión de Mujeres Saharauis y enseña castellano en los campos de refugiad...

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Jadiyetu Mojtar sólo tenía 15 años la noche del 28 de febrero de 1976, cuando las tropas marroquíes penetraron en territorio saharaui. Entonces estudiaba bachillerato en El Aaiún. No lo pensó dos veces, y esa misma noche, andando y con una cantimplora de agua, atravesó la frontera con otros cuatro compañeros de estudios para unirse al Frente Polisario. En el territorio anexionado por Marruecos quedó parte de su familia y sus amigos, y unos estudios interrumpidos indefinidamente. Ahora es la responsable internacional de la Unión de Mujeres Saharauis y enseña castellano en los campos de refugiados.

En el frente encontró a cuatro de sus hermanos, que, al igual que ella, habían decidido unirse al Frente Polisario. Desde entonces no ha vuelto a contactar con sus padres, que quedaron al otro lado de la frontera.Jadiyetu Motjar espera, a sus 29 años, su tercer hijo. "Quiero que sea niña, porque ya tengo dos varones, de nueve y cuatro años". Aunque el árabe es el idioma oficial de la República Saharaui, imparte clases en castellano a los niños en los campos de refugiados. "Yo realicé todos mis estudios en castellano. Entonces no sabía muy bien qué carrera quería estudiar, pero ahora enseñar es lo que más me gusta. Todos hemos tenido que adaptarnos a las necesidades de un país que mantiene desde hace 12 años una guerra. Doy clases a los niños para conservar el idioma castellano y no romper los lazos con la cultura hispánica".

Nunca ha tenido que coger un arma en sus manos, aunque ha perdido algunas de sus amigas en combate. A raíz de su incorporación al Frente Polisario ha tenido que desarrollar tareas diferentes, desde repartir los escasos alimentos que llegan a los campos de refugiados hasta coordinar la fabricación de ladrillos para construir casas. Ahora compagina su trabajo de maestra con su condición de madre de familia, además de ser responsable internacional de la Unión de Mujeres Saharauis.

Al igual que la mayoría de sus compatriotas, su hogar es una tienda de campaña donde se guardan las pocas pertenencias familiares llegadas de la ayuda internacional. "No tengo ninguna dependencia de objetos materiales, no añoro nada. Tenemos poco, somos un pueblo pobre porque nuestra industria está ocupada por Marruecos, pero somos un pueblo solidario, y si tienes algún invitado y necesitas mantas, utensilios para comer o algún cacharro especial para cocinar, cualquier vecino está dispuesto a prestártelo en la medida de sus posibilidades".

Reconoce que su único anhelo es conseguir un Sáhara libre en el que puedan crecer sus hijos sin temer que la guerra siga matando padres o amigos. Siempre cuenta los pasajes de su vida en plural, porque cree que cualquier refugiado saharaui puede contar un relato muy similar al suyo.

Actualmente recorre los países, llamando a puertas de entidades y despachos para solicitar ayuda sanitaria, cultural y alimenticia para su pueblo. "Vivimos de la ayuda internacional, porque necesitamos de todo para vivir, desde los alimentos hasta los libros para las escuelas. No tenemos relaciones diplomáticas con el Gobierno español, después de tantos años de ser una provincia más de España, así que las becas de estudios u otras aportaciones tenemos que negociarlas con entidades particulares. Siempre hemos sido muy bien recibidos en España y hemos encontrado a la gente muy bien informada sobre nuestra situación.

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