BALONCESTO

España buscó la mayor diferencia ante Hungría

Dada la magnitud del rival, la selección española hizo lo que tenía que hacer; sin duda, poner a Hungría a 60 tantos de diferencia, distancia ya de por sí suficientemente significativa como para que la FIBA pueda darse cuenta del invento tan interesante que ha creado para promocionar el baloncesto por Europa, nada más y nada menos que enfrentar a selecciones tan desequilibradas en potencial como España y Hungría o, por qué no advertirlo, como España y Suiza. En otros deportes, y así lo hizo la propia FIBA hace no mucho tiempo, estas situaciones se resuelven perfectamente creando una Segunda Di...

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Dada la magnitud del rival, la selección española hizo lo que tenía que hacer; sin duda, poner a Hungría a 60 tantos de diferencia, distancia ya de por sí suficientemente significativa como para que la FIBA pueda darse cuenta del invento tan interesante que ha creado para promocionar el baloncesto por Europa, nada más y nada menos que enfrentar a selecciones tan desequilibradas en potencial como España y Hungría o, por qué no advertirlo, como España y Suiza. En otros deportes, y así lo hizo la propia FIBA hace no mucho tiempo, estas situaciones se resuelven perfectamente creando una Segunda División. Ahí es donde militaría con toda dignidad Hungría.El partido lo salvó la selección con algunas jugadas finales, mientras el personal iba calculando cómo de 30 tantos de diferencia pasaba a 40, de 40 a 50 y de 50 a 60 y cómo por un momento España rozó, muy al final, la posibilidad de doblar el marcador de su adversario (104-53). Lo salvó también el público sevillano, que recibió a la selección con gran cariño y se mostró tan agradecido que hasta pareció disfrutar de un partido en el que era difícil encontrar cosas interesantes. A la selección le faltó, quizás, un poco de ritmo para haber trabajado algo más el espectáculo, pero lo malo de rivales tan pésimos es que apenas permiten que un buen equipo mantenga la concentración necesaria para hacerlo bien. Aun así, España se divirtió en los últimos minutos robándole balones al rival.

Sin embargo, el inicio del partido fue realmente lamentable. Y, posiblemente, por culpa de nadie. ¡Qué culpa podían tener los húngaros, si apenas han modernizado algunos fundamentos elementales de este deporte! En término que inventó un técnico español para estos casos, Jesús Codina, los húngaros fueron también dignos representantes del estilo pompeyano, como se le llama al baloncesto no sólo pasado de moda, sino archivado. Los húngaros, por ejemplo, empleaban hasta tres jugadores y dos pases para poner el balón en juego desde la línea de fondo, técnica ya considerada como arqueológica. Escasamente doblaban el pase al pivot y, cuando entraban en la zona, emprendían inmediatamente la marcha atrás sacando el balón de tan tremenda complicación con un pase a cualquier parte. Para terminar el capítulo de sus esquemas tácticos, es digno de señalarse que, en varias ocasiones, el balón lo subía, con esa tremenda y esquemática forma de sacar de fondo, el pivot Heinrich, quien, por otra parte, fue el mejor de la selección húngara.

Miedo al ridículo

En esa tesitura, España comenzó muy mal porque algunos buenos jugadores sienten un cierto temor al ridículo y no hay mayor vergüenza que jugar mal ante un mal equipo, ya que entonces el juego degenera en lo grotesco. Cierto nerviosismo inicial ante las imprevistas, por arcaicas, tácticas de los magiares posibilitó que este equipo rozara incluso un impensable empate (19-18 en el minuto 10). En ese momento, Díaz Miguel había puesto en la cancha a dos equipos distintos, manteniendo como jugador fijo a Epi. Un arrebato de furia de Antonio Martín, con cuatro canastas consecutivas y tres rebotes, puso la primera distancia.

En el descanso la diferencia era de 16 tantos (48-32), pero a poco de reanudarse el segundo tiempo unas cuantas alegrías de Margall la pusieron en 24 tantos (58-34). Entonces fue cuando, hombre por hombre, los jugadores fueron deshinibiéndose y encontraban alguna digna colección de jugadas vistosas que el público agradecía con ovaciones de gala. De ahí al final no hubo otra historia que la de comprobar, por ejemplo, el juego de Antonio Martín y Ferrán Martínez juntos, un dúo de pivots con una media de 2,10 metros, la doble esperanza blanca del baloncesto español como se dice por allí. Cada cual hizo sus cosas, sobre todo en el ataque, donde los dos jugadores tienen fundamentos destacables; en las acciones de rebote no se les plantearon grandes problemas porque superaban con muchos centímetros a sus pares.

La selección terminó con una competición particular, intentar llegar, y llegó, a los 60 tantos de diferencia.

Otros resultados

Grupo A: Grecia, 107; Inglaterra, 66. Checoslovaquia, 79; Holanda, 86. B: Yugoslavia, 140; Bulgaria, 91. C: Italia, 141; Suiza, 75. D: Polonia, 95; Finlandia, 96.

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