Tribuna:

Progresistas

En algunos estratos de la sociedad se encuentran todavía algunos progresistas. Se les distingue porque maldicen del progreso; adoptan la posición que fue de los religiosos, de los conservadores, que temían ver pervertido lo natural, entendiendo por natural el conjunto de circunstancias que les permitían disfrutar del poder. Aquéllos atribuían al diablo los elementos nuevos y su difusión que podían cambiar un estado de cosas que les era favorable: "Cosas del diablo", decían, ante el teléfono, la televisión, la imprenta o la máquina de coser. Los progresistas risueños tomaban el partido del ...

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En algunos estratos de la sociedad se encuentran todavía algunos progresistas. Se les distingue porque maldicen del progreso; adoptan la posición que fue de los religiosos, de los conservadores, que temían ver pervertido lo natural, entendiendo por natural el conjunto de circunstancias que les permitían disfrutar del poder. Aquéllos atribuían al diablo los elementos nuevos y su difusión que podían cambiar un estado de cosas que les era favorable: "Cosas del diablo", decían, ante el teléfono, la televisión, la imprenta o la máquina de coser. Los progresistas risueños tomaban el partido del diablo, que siempre ha sido optimista, y de Condercet y de Comte. Vivieron iluminados por el siglo de las luces. En España defendieron el progreso durante casi todo el siglo XX, animados por el oscurantismo de su zona central (1936-1976); pero desde que se abrió la frontera intelectual comenzaron a creer que cuanto más se multiplicaba el suceso tecnológico, más ajeno les era. Imaginaron que la ciencia es algo que va del hacha de sílex a la bomba atómica.Fue el momento en que los conservadores comenzaron a apoderarse del progreso. Fuera empezó a ocurrir con la caldera de vapor y el espíritu industrial. Aquí, con la democracia. Los conservadores cambiaron el sentido de lo natural, y los progresistas empezaron a caer en la trampa mortal. Ya la teoría optimista del progreso inevitable, que debía cambiarlo todo -con la ciencia iba a venir el bienestar social-, comenzó a parecerles imposible. Dijeron que la ciencia estaba alterando la naturaleza, aunque sus maestros viejos les dijeran que la naturaleza no existe y sólo se la conoce por las modificaciones que se hacen sobre ella. Formaron pequeños partidos, dejaron crecer más sus barbas, huyeron al campo, comieron maerobiótica. Y creyeron que el diablo es un chip. Se han dejado arrebatar el progreso y viven ahora, apurados, en sus barrios, como viejos apóstoles, dedicados a la nada, convirtiendo en contradicción el término de progresistas. Los demás no hablan de ellos: es tán aprovechando el progreso.

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