BALONCESTO / GRECIA 87

La selección española y Fernando Romay intimidaron al conjunto francés

La selección española tuvo ayer un doble acierto táctico: situar a Francia fuera de su órbita, por encima del umbral de 40 tantos de diferencia, y emplearse ante esta selección al revés de como lo hizo en anteriores ocasiones: primero asegurando el partido y luego remachándolo. Es decir, se jugó a dar un repaso, pero al final y no al principio. Los franceses, por otro lado, permitieron a Romay hacer una exhibición de intimidación importante: 10 rebotes y 80% en sus acciones ofensivas. España, hoy, ante Rumania, debe intentar otra exhibición.Díaz Miguel no descubrió nada nuevo al situar un quin...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

La selección española tuvo ayer un doble acierto táctico: situar a Francia fuera de su órbita, por encima del umbral de 40 tantos de diferencia, y emplearse ante esta selección al revés de como lo hizo en anteriores ocasiones: primero asegurando el partido y luego remachándolo. Es decir, se jugó a dar un repaso, pero al final y no al principio. Los franceses, por otro lado, permitieron a Romay hacer una exhibición de intimidación importante: 10 rebotes y 80% en sus acciones ofensivas. España, hoy, ante Rumania, debe intentar otra exhibición.Díaz Miguel no descubrió nada nuevo al situar un quinteto inicial con la base del Barcelona más la aportación de Romay. Menos descubrió aún supliendo deficiencias (la floja actuación defensiva de Sibilio) o circunstancias (la tercera personal de Jiménez y Solozabal) con el Joventut por medio. Esos cambios, con el añadido de Arcega, dan a la selección un juego más versátil: seguridad y alegría. Epi y Solozabal entraron, luego, en el momento más delicado del partido para resolver -Francia había remontado nueve tantos- y con ellos terminó cooperando la experiencia de Margall.

Así que España resolvió en cinco minutos la eventualidad de que el partido se transformara en algo distinto a su tendencia natural. Ya en el descanso, el resultado (48-34) resultaba engañoso por el fallo en 11 tiros libres y por el absoluto dominio de Romay en los tableros. Francia se había ido a los vestuarios con un 33% de acierto en su haber frente al 68% de los españoles. 14 tantos no constituían una diferencia real y menos si en dos minutos de relativa presión, la distancia se reducía a seis tantos (53-47).

Restablecida la diferencia, disipada toda deformada visión de la potencialidad del equipo francés, Epi y sus colegas combatieron por una ventaja lo más amplia posible. Entonces, y no al principio, fue cuando se ensayó una defensa diferente que dio evidentes resultados al provocar pérdidas de balón sucesivas al contrario. El transcurso de los 20, a los 30, y a los 40 tantos de diferencia fue suave pero agresivo, rápido pero seguro y alegre pero no distendido. La selección alcanzó su juego más sinfónico entonces y Díaz Miguel no pudo reprimir presenciar tales escenas de pie, en jarras, y con satisfacción; vestido de rojo y blanco, de rosa y azul su equipo técnico, de azul la selección, todo debió parecerle acorde, estético, a juego, cerrado en sí mismo.

Porque Diaz Miguel sabe lo importante que para su propia idiosincrasia y para el equipo por extensión es empezar tan bien. Victorias por 40 tantos y ante el rival francés -"los franceses sólo quieren ganar a España en este europeo", manifestó Díaz Miguel horas antes en tono temeroso-, resultan un adecuado lactante. Incrustarle esta derrota a Francia permitía, además, despejar cualquier duda ante la eventualidad de un basket average desfavorable en caso de triple empate con Grecia y Francia. El comienzo no pudo ser mejor.

Archivado En