Crítica:

A contracorriente

La película Arrebato, de Iván Zulueta, es desafiante y sugestiva como pocas, que, encima, formando parte inseparable de sus malezas ignotas y sus enredaderas, tiene el valor de constituirse en algo así como una tesis sobre' su propia materia prima, el cine, y, apasionadamente narrada, sobre el poder alucinatorio (o alucinógeno, mejor) de la pantalla que expresa y de la cámara que registra.La historia de un director de cine indeciso hacia su propia obra y completamente aturdido en sus relaciones con la actriz de su primer largometraje hubiera podido dar un filme neutro en su discurso sob...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

La película Arrebato, de Iván Zulueta, es desafiante y sugestiva como pocas, que, encima, formando parte inseparable de sus malezas ignotas y sus enredaderas, tiene el valor de constituirse en algo así como una tesis sobre' su propia materia prima, el cine, y, apasionadamente narrada, sobre el poder alucinatorio (o alucinógeno, mejor) de la pantalla que expresa y de la cámara que registra.La historia de un director de cine indeciso hacia su propia obra y completamente aturdido en sus relaciones con la actriz de su primer largometraje hubiera podido dar un filme neutro en su discurso sobre la creación artística o un melodrama más o menos convencional. Zulueta, haciendo uso de un cine abstracto y de un deseo irrefrenable de experimentar sobre la marcha, tiñe su película de hermetismo, de pasión y de miradas indirectas e incluso de enigmas que, como el celuloide enviado por correo o el personaje oblicuo de Pedro, son antes que nada símbolos de un laberinto al que hay que penetrar con la mente despejada y los ojos en estado de éxtasis.Así las cosas, Arrebato, la más maldita de las películas del cine español contemporáneo, queda como una rareza contracultural, underground, en el fondo, tras su fachada de reflexión sobre un medio, un filme arrolladoramente romántico. Aunque también carnívoro, explosivo.

Delirio de los Marx

Por la tarde, nueva ración del lote Marx: Un día en las carreras realizada en 1937 por Sam Wood. Un endiablado delirio donde la hermandad penetra en un sanatorio para, precisamente, no dejar mente sana o, lo que es lo mismo, hacer gozar a todos aquellos que tengan mente sana.Escenas como la de la llegada del veterinario Groucho para hacerse cargo, de la institución o como la larga y carcajeante de éste timado por Chico en las apuestas pertenecen ya por derecho propio, entre otras tantas, a las antologías de la mejor comedia.

No disfrutar con Un día en las carreras y estar muerto debe ser lo mismo.

Arrebato se emite hoy, a la 1.30, por TVE-1.

Un día en lo carreras se emite hoy, a las 16.05, por TVE1.

Archivado En