Crítica:

Personajesinolvidables

En ese terreno tan subjetivo y tan patéticamente real como es el de la cinefilia, En el estanque dorado es un filme a adorar irremediablemente. Pónganse, pues, los receptores enfocados a la Meca y lancen oraciones a Henry Fonda y Katharine Hepburn, dos monstruos de la interpretación cinematográfica lanzados a encarnar un matrimonio. Eso sucedía en 1981, es decir, cuando los dos actores eran algo así como la decrepitud de quienes fueron, el espejo de reflejos pasados gloriosos vividos en una pantalla. Claro está que una cosa es ver a Henry Fonda tocando el fondo de su arte en...

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En ese terreno tan subjetivo y tan patéticamente real como es el de la cinefilia, En el estanque dorado es un filme a adorar irremediablemente. Pónganse, pues, los receptores enfocados a la Meca y lancen oraciones a Henry Fonda y Katharine Hepburn, dos monstruos de la interpretación cinematográfica lanzados a encarnar un matrimonio. Eso sucedía en 1981, es decir, cuando los dos actores eran algo así como la decrepitud de quienes fueron, el espejo de reflejos pasados gloriosos vividos en una pantalla. Claro está que una cosa es ver a Henry Fonda tocando el fondo de su arte en Falso culpable, o a Katharine Hepburn demostrando su carácter en La costilla de Adán, por poner sólo dos ejemplos, y otra muy distinta es verlos a los dos, en su primera (y última, desgraciadamente) interpretación juntos, intentando penetrar en la vida de dos viejos enamorados con problemas. Mark Rydell no es ni Alfred Hitchcock ni George Cukor. Rydell no tiene ni zorra idea de captar, de aprehender la humanidad que se esconde, que siempre se ha escondido, detrás de esos dos actores, y, por tanto, todo el potencial emotivo de los personajes viene dado directamente por la capacidad de los propios actores de ser, antes que nada, autores del filme.En realidad, la obra teatral de Ernest Thompson en que se basa En el estanque dorado era muy poquita cosa. Era poco menos que la ñoña historia de un par de viejetes unidos por su pasado, a pesar del presente, y con una hija encantadora (Jane Fonda daría verosimilitud al personaje de la hija de Fonda) que habría de ayudarles a recomponer sus problemas.

Personalidad histórica

Encarnados por otros rostros, estos personajes, la película, dirigida sin brío, telefilmescamente, sería tan olvidable como una gota de lluvia sobre el Everest, pero con Katharine Hepburn y Henri Fonda al frente del reparto, En el estanque dorado adquiere nobleza de mitomanía, mucho más al tratarse del último filme de Henry, justamente recompensado con el oscar de la Academia de Hollywood (su primer oscar), y con el cuarto concedido a la actriz de La fiera de mi niña, récord absoluto en el capítulo de actriz principal.

Los paseos en barca por el estanque aparecen sospechosamente sentimentaloides, y así son, pero el magnetismo que actor y actriz le dan a la situación, su química perfecta, elevan la película a cotas inigualables de mitomanía. El patetismo de dos viejas estrellas intentando recordar al personal quiénes fueron permanece, y la obra, involuntariamente, adquiere personalidad histórica.

En el estanque dorado se emite hoy a las 22.20 por TVE-1.

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