Virginia Gluck y María de Torvic

Las finalistas españolas, en el concurso de 'ballet' de Lausana

Ellas son las alumnas de Víctor Ullate que asombraron al jurado del concurso de Lausana por su pujanza. Eran también las dos bailarinas más jóvenes del evento: habían cumplido 15 años apenas un mes antes de las fechas de inscripción. Virginia y María quedaron en puestos finalistas que les permitieron acceder a medallas, diplomas y premios de compensación económica. Ellas han quedado satisfechas con los resultados, pues el nivel de Lausana este año había puesto muy alto el listón de la calidad.

Sus cuerpos son afilados, donde no sobra nada, y a los ojos profanos incluso falta. Tienen ya ...

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Ellas son las alumnas de Víctor Ullate que asombraron al jurado del concurso de Lausana por su pujanza. Eran también las dos bailarinas más jóvenes del evento: habían cumplido 15 años apenas un mes antes de las fechas de inscripción. Virginia y María quedaron en puestos finalistas que les permitieron acceder a medallas, diplomas y premios de compensación económica. Ellas han quedado satisfechas con los resultados, pues el nivel de Lausana este año había puesto muy alto el listón de la calidad.

Sus cuerpos son afilados, donde no sobra nada, y a los ojos profanos incluso falta. Tienen ya el perfil y el cuello con ese aire estilizado de sílfide. Son los rigores físicos de una profesión sacrificada: "Nada de excesos en los postres, claro está", dicen sonriendo.Hay momentos en que María y Virginia contestan las preguntas a dúo, pues generalmente coinciden en lo que piensan y en lo que hacen todos los días: recibir clases y más clases de ballet.

Sus esfuerzos ("Estamos todo el día corriendo de un lado para otro") y los de sus otras dos compañeras que sólo llegaron a las semifinales (Inmaculada Vélez y María Luisa Martínez) se ven recompensados con los progresos en la calidad de su baile. Virginia comenzó a los 12 años: "Empecé en una academia pequeña y ya llevo tres años con Víctor Ullate". María lo hizo un año antes. "Yo empecé a los 11 años, cuando Víctor dirigía el Ballet Nacional, y asistí a las clases que se daban allí. Después me fui donde él se fue". Si algo comparten estas dos promesas para la danza es su devoción por el maestro: "Nosotras hemos puesto nuestro futuro en sus manos, lo que él decida estará bien", dice María.

Virginia viene de una familia de artistas: "Mi padre es músico, y siempre me ha apoyado". Por eso cuando se le pregunta por preferencias musicales no vacila: "Siempre clásica, pero Beethoven en primer lugar". María duda y por fin dice: "Mozart, y Serrat y Aute".

Con el concurso de Lausana para jóvenes las dos chicas tienen mucha objetividad. Para Virginia "era ir más que nada por tener una experiencia, contando con que era la primera vez que subíamos a un escenario". María "esperaba menos. Para los entrenamientos, que fueron muy duros, gasté 17 pares de zapatillas en menos de un mes". Virginia puntualiza: "Y no es sólo el ballet. Para hacer nuestros cursos regulares debemos hacerlo a distancia. Entramos a las diez de la mañana hasta la una, y por la tarde, ensayos. A veces incluso no hay fines de semana libres.

Para el repertorio, María y Virginia sueñan con algo más contemporáneo que los cisnes: "Quisiera para mí papeles del tipo de lo que hace Kiliam", dice María. Y Virginia asiente con la cabeza: "Sí que sean cosas más de hoy".

¿Un compañero ideal para la escena? Las dos, a coro, casi gritando: "¡Barishnikov!". "Vemos muchas veces seguidas unos vídeos que tenemos de Misha; nos encanta". ¿Y qué se les resiste en la técnica? "Las piruetas", dice muy bajo Virginia. Y María mira de reojo al maestro: "Las extensiones".

Cuando se les pregunta si alguna vez han pensado dejar la danza hay un no rotundo por respuesta. María dice: "Es muy duro, pero te compensa", y Virginia añade: "A mí también me compensa. Sólo quiero bailar, bailar y bailar".

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