Tribuna:

Un cuerpo

La dimisión de Fraga forma parte de esas informaciones que contienen un pedazo de realidad. Materia ruda. La ausencia de Fraga derivada de un séquito de episodios con dolor es semejante al habla que deja en el antiguo acomodo una muela después de su extracción. Ni siquiera la melancolía de su desaparición es superior al poder del hueco que la menciona. Una política española sin Fraga es otra política.Tal como si uno se hubiera mudado de piso o como si de súbito, de una hora a otra, la familia -por trasmigración de almas- cambiara el censo de los allegados, perder a Fraga es como cambiar de paí...

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La dimisión de Fraga forma parte de esas informaciones que contienen un pedazo de realidad. Materia ruda. La ausencia de Fraga derivada de un séquito de episodios con dolor es semejante al habla que deja en el antiguo acomodo una muela después de su extracción. Ni siquiera la melancolía de su desaparición es superior al poder del hueco que la menciona. Una política española sin Fraga es otra política.Tal como si uno se hubiera mudado de piso o como si de súbito, de una hora a otra, la familia -por trasmigración de almas- cambiara el censo de los allegados, perder a Fraga es como cambiar de país. O conocer, puesto que hay bastantes referencias para deducir que el territorio sigue, los íntimos efectos entre entre el espacio y 91 tiempo.

El problema de la derecha española en las actuales circunstancias es sobre todo un problema físico: el problema de cómo reemplazar esa cantidad de masa perdida en el cosmos de la dimisión. O bien, como empastar la oquedad que le afea la dentadura. Con Fraga la derecha ofrecía un rostro constituído. Acaso impropio para seducir a las chicas con medias hasta la cintura, pero con el atributo pugnaz que turbaba a las señoras del Pasapoga. La coalición, por muchos que se coaligaran, contó siempre con un hombre empenachado que marcaba el destino de la horda. Ahora la derecha es sólo una fratría, un cuerpo sin falo. La máxima obsesión de ese grupo es, hoy, generar la erección de un líder. Todas las decadencias de los conjuntos coinciden con este paisaje de laxitud. Encontrar un líder y erigirlo. He aquí la necesidad fatal. Para esta organización de futuro centro-derecha es fácil pensar un programa que dispute la amante electoral a los socialistas. Lo dificil sin embargo es encontrar un cuerpo idóneo donde instalar ese pensamiento. La marcha de Fraga es el término de una forma de amar unida al tango y al guantazo. Pero la nueva derecha necesita ahora un tipo esbelto que ame delicadamente el jazz y use calzoncillos de seda. Y de esta clase, pasan los días, se miran entre sí y no encuentran.

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