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Aterricé en el País Vasco 24 horas después del final de las anteriores elecciones autonómicas y me sorprendió ver una consigna electoral aún presente en las paredes y sumamente clarificadora sobre las intenciones del emisor del mensaje: "Que se vayan a la mierda". El receptor era tan generalizable, que yo mismo, recién llegado al aeropuerto de Sondica, me consideré agredido por el cartel. ¿Formaba yo parte de ese "se" tan distanciador como universalizador? ¿A qué mierda se refería el emisor del mensaje?, me pregunté. O bien se trataba de unas heces concretables e historificables, o bien se ref...

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Aterricé en el País Vasco 24 horas después del final de las anteriores elecciones autonómicas y me sorprendió ver una consigna electoral aún presente en las paredes y sumamente clarificadora sobre las intenciones del emisor del mensaje: "Que se vayan a la mierda". El receptor era tan generalizable, que yo mismo, recién llegado al aeropuerto de Sondica, me consideré agredido por el cartel. ¿Formaba yo parte de ese "se" tan distanciador como universalizador? ¿A qué mierda se refería el emisor del mensaje?, me pregunté. O bien se trataba de unas heces concretables e historificables, o bien se refería al desperdicio nauseabundo en abstracto, a esa descomposición previa al no ser, es decir, a una descomposición no biodinámica, no dialéctica, a un fin realmente final, y además maloliente, del que no cabía esperar ningún principio.Por lo que veo, leo y oigo, esta vez las descalificaciones han sido más concretas y al mismo tiempo más cargadas de polisemia poética, como diría Valente.

Por ejemplo, Idígoras ha insultado a Garaikoetxea llamándole "guapo navarro", tema de análisis de sentido que, Juan de Mairena hubiera propuesto a sus discípulos. Guerra se ha referido a Ardanza como el "lendakari burbuja", locución poética posmoderna que plasma el delirium tremens modernizador de algunos contemporáneos. A ver si no: lendakari = tradición, burbuja = posmodernidad tecnificada. He aquí una perfecta síntesis entre tradición y revolución científico-técnica.

Otro tema lingüísticamente interesante ha sido el de la confusión de los gestos. Algunos asistentes al mitin de Txiki Benegas les zurraron la badana a unos pacifistas objetores de conciencia, porque pensaron que eran filoterroristas. Una de dos, o hubo una confusión a la antigua usanza o fue también una confusión posmoderna, según la cual todo lo que discrepa de una determinada manera de modernizar es terrorismo. Apasionantes elecciones, pues, para los lingüistas. Más incluso que para los políticos.

Y ya es decir.

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