Tribuna:

Lluvia

Probablemente estemos en condiciones de optar al título de uno de los 11 países más ricos del mundo, pero cuando llegan las lluvias se me ocurre más clara la opción al título de uno de los 15.000 países más tontos del mundo. En lo referente a la lluvia, España sigue dependiendo de los santos. Hay que rezarles para que Hueva y hay que rezarles para que no llueva demasiado. 0 deambularnos por el desierto gritando: "¡Agual, ¡agua.'", gastándonos las últimas babas, o se nos llevan las riadas como si no fuéramos nada, porque las aguas desbordadas ignoran si uno es aspirante a pertenecer al club de ...

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Probablemente estemos en condiciones de optar al título de uno de los 11 países más ricos del mundo, pero cuando llegan las lluvias se me ocurre más clara la opción al título de uno de los 15.000 países más tontos del mundo. En lo referente a la lluvia, España sigue dependiendo de los santos. Hay que rezarles para que Hueva y hay que rezarles para que no llueva demasiado. 0 deambularnos por el desierto gritando: "¡Agual, ¡agua.'", gastándonos las últimas babas, o se nos llevan las riadas como si no fuéramos nada, porque las aguas desbordadas ignoran si uno es aspirante a pertenecer al club de los países mas ricos del mundo. Las aguas desbordadas son muy suyas y van por el mundo pensando que todo el monte es Calcuta.Cuando caen las lluvias y las nieves, y se cortan los resuellos y las luces, las aguas corrientes y el teléfono e incluso los niños son arrancados de los brazos de sus padres por los elementos descubrirnos esa Calcuta que llevamos dentro, debajo de la hinchada musculatura culturista del hiperdesarrollo. Se caen siempre los mismos postes eléctricos, se desbordan siempre los mismos ríos, con esa tozudez que la naturaleza emplea para demostrar la majadería de la sociedad mal organizada. Es una dura prueba de humildad que sólo asumen las víctimas y unos cuantos críticos sociales que vivimos de esto, pero los organizadores, los organizadores agresivos y eficaces que son los llamados a sacar conclusiones operativas, esos visitan las zonas catastróficas, dan el pésame en los entierros, prometen que nunca más volverá a suceder. Luego, tras la tempestad, viene la calma, la sonrisa del sol y los juegos florales; la naturaleza almacena sus amenazas y los organizadores sociales sus buenos propósitos.

Pasarán estas lluvias y volverán otras a crear ramblas de destrucción y muerte. Para entonces quizá hayamos conseguido ser uno de los 11 países más ricos de la Tierra, lo que por lo visto no está reñido con ser también uno de los más miserables, con esa miseria que implica la irresponsabilidad social. Y la creencia de que cuando sopla el huracán sólo se lleva a los tontos.

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