Pequeña ventaja de Kasparov en la décima partida del Mundial

El soviético Gari Kasparov, actual campeón del mundo, logró una pequeña ventaja tras los 20 primeros movimientos de la décima partida del Mundial de ajedrez, que no había terminado al cierre de esta edición.Su rival, el también soviético Anatoli Karpov, llegó al escenario londinense con cinco minutos de retraso. Kasparov dejó que ese tiempo transcurriera en su reloj y no hizo su primer movimiento con las piezas blancas hasta que Karpov se sentó ante el tablero. Kasparov cree que ésa es la mejor réplica psicológica ante los retrasos de Karpov, que el campeón interpreta como una táctica para pon...

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El soviético Gari Kasparov, actual campeón del mundo, logró una pequeña ventaja tras los 20 primeros movimientos de la décima partida del Mundial de ajedrez, que no había terminado al cierre de esta edición.Su rival, el también soviético Anatoli Karpov, llegó al escenario londinense con cinco minutos de retraso. Kasparov dejó que ese tiempo transcurriera en su reloj y no hizo su primer movimiento con las piezas blancas hasta que Karpov se sentó ante el tablero. Kasparov cree que ésa es la mejor réplica psicológica ante los retrasos de Karpov, que el campeón interpreta como una táctica para ponerle nervioso. El marcador favorece a Kasparov por 5 puntos a 4.

Este Mundial está ejerciendo gran influencia en la vida social de Londres. La primera ministra, Margaret Thatcher, no se equivocó cuando decidió presidir personalmente la ceremonia de inauguración de la revancha. La expectación que el acontecimiento ha despertado en la capital británica es inferior a la que similares enfrentamientos provocan en Moscú, pero muy superior a las previsiones más optimistas. La organización ha tenido que colocar pantallas de televisión en la entrada del Park Lane Hotel para contentar a los cientos de aficionados que no pueden conseguir entradas, cuyo valor va de las 600 a las 4.000 pesetas.

La popularidad del ajedrez en el Reino Unido, cuya selección logró la medalla de plata en la última Olimpiada, puede comprobarse en la vida cotidiana. Una ópera rock titulada Chess (Ajedrez) y dirigida por el coautor de obras tan famosas en su género como Evita o Jesucristo Superstar se representa en Londres diariamente desde hace tres meses, con gran éxito de público y reclamos publicitarios en cualquier esquina.

En las noches londinenses también predominan el blanco y el negro. Algunas discotecas organizan fiestas especiales a las que se debe acudir con vestimentas de esos colores. Una cafetería permanece abierta hasta el amanecer, ofreciendo a sus clientes juegos de ajedrez para que puedan comentar las incidencias del enfrentamiento entre Karpov y Kasparov o jugar partidas amistosas. La televisión ofrece programas especiales a medianoche que son repetidos al día siguiente por la mañana.

En la sala de juego la convivencia entre la flema británica y la emoción intrínseca del ajedrez es perfecta. Algunos espectadores ocupan sus sillas frente al escenario provistos de unos auriculares cuyo alquiler les ha costado algo más de 400 pesetas. A través de ellos oyen los comentarios de la partida efectuados por expertos. Otros prefieren sentarse en la sala de conferencias, donde un gran maestro habla durante cinco horas, no sólo comentando la partida en un tablero mural electrónico, sino contestando a las más variadas preguntas.

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