Guerras intestinas

La Federación Española de Baloncesto pretendió crear un Comité Organizador del Mundial que actuara como entidad autónoma. Para su funcionamiento inicial, sin embargo, se le dotó de funcionarios de la federación, lo que, tal y como descubrió una auditoría, no había servido para otra cosa más que para doblar sus sueldos. La auditoría, correspondiente al ejercicio de 1985 y encargada anualmente por el Consejo Superior de Deportes (CSD), llegaba a conclusiones tales como que dichos funcionarios tenían horarios coincidentes en ambas dedicaciones y que, finalmente, el comité carecía de personali...

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La Federación Española de Baloncesto pretendió crear un Comité Organizador del Mundial que actuara como entidad autónoma. Para su funcionamiento inicial, sin embargo, se le dotó de funcionarios de la federación, lo que, tal y como descubrió una auditoría, no había servido para otra cosa más que para doblar sus sueldos. La auditoría, correspondiente al ejercicio de 1985 y encargada anualmente por el Consejo Superior de Deportes (CSD), llegaba a conclusiones tales como que dichos funcionarios tenían horarios coincidentes en ambas dedicaciones y que, finalmente, el comité carecía de personalidad jurídica propia para realizar sus funciones. Se decidió entonces integrarlo en la federación.Con la elección de Pedro Sust como nuevo presidente de la Federación Española de Baloncesto, elección a la que no pudo acceder el anterior presidente, Ernesto Segura de Luna, por impedírselo el decreto ley sobre estructuras federativas deportivas españolas -conocido en su día como el decreto anti-Porta-, se produjo un vuelco tan espectacular que acabó por constituirse en origen de una larga guerra interna que se ha desarrollado de forma paralela al propio campeonato, y cuyo final sólo podrá llegar cuando acabe éste.

A los funcionarios ya contratados no les sustituyeron los nuevos, sino que se llegó a la solución salomónica de que coexistieran todos, con el imaginable incremento del gasto salarial. La tregua duró muy poco tiempo. El organigrama varió en su totalidad: se concedió la verdadera capacidad ejecutiva a los hombres del nuevo equipo, a los de la confianza de Pedro Sust, y se optó por que los designados tiempo atrás por Segura de Luna se limitasen a cumplir con sus horarios de oficina.

Los sustitutos revisaron todos los contratos firmados hasta el momento de su llegada y encargaron una auditoría interna a la firma Peat, Marwick and Co. Sus primeros resultados concluían que el Mundial estaba mal organizado. A partir de entonces se formaron dos corrientes: la de quienes preferían darlo todo a la luz pública y la de quienes, de acuerdo con el presidente, Pedro Sust, se decantaban por intentar tapar los parches y que nada trascendiera, ante el temor de que la publicidad perjudicara al campeonato. De ambas tendencias y de la existencia de un sector marginado -el designado por Segura de Luna-, la conclusión fue que el Mundial se convirtió en motivo de acusaciones casi diarias. Todos, sin embargo, parece que han coincidido en esperar hasta el final del campeonato y amenazan con, llegado ese momento, tirar de sus abundantes informes.

La situación se complicó con la inclusión en el comité de representantes de las siete sedes, quienes tomaron partido, a excepción de la de El Ferrol, por los hombres de Pedro Sust. El comité contaba con dos presidentes: el citado Pedro Sust y Segura de Luna, designado como presidente ejecutivo. Ambos viajaban a las sedes procurando no coincidir, pero contribuyendo a extender la polémica. Para uno, el Mundial era un desastre que se estaba intentando reparar; para otro, el torneo no se estaba gestionando bien últimamente.

La presión ha durado hasta el último segundo antes de que comenzara el campeonato, cuando se solicitó abiertamente el cese de Segura de Luna, al comprobarse que el contrato con la empresa Warren Lockhart, por los derechos de televisión para América, había resultado mucho menos beneficioso de lo anunciado. Sust no aceptó la propuesta, temiendo la mala imagen que se iba a ofrecer. Pero parece difícil que pueda impedir que la gente hable abiertamente dentro de unos días.

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