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España ve complicado su acceso a las semifinales al perder ante el conjunto brasleño

ENVIADO ESPECIALEspaña se complicó la búsqueda de una medalla, con su derrota ante Brasil. Con ser preocupante este hecho, lo es más el conglomerado de estampas que reflejan, ante diversas circunstancias, una selección inundada de desconfiados. Hay aleros a los que no les convencen los sistemas paria el tiro de tres puntos. Hay un pívot bloqueado por los nervios. Hay tres bases que se sienten coaccionados y continuamente en entredicho. Hay un banquillo que habla por sí solo, que murmura y sonríe sibilinamente, pero al que, después de cada partido, se le pone cara de poema. Hay un técnic...

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ENVIADO ESPECIALEspaña se complicó la búsqueda de una medalla, con su derrota ante Brasil. Con ser preocupante este hecho, lo es más el conglomerado de estampas que reflejan, ante diversas circunstancias, una selección inundada de desconfiados. Hay aleros a los que no les convencen los sistemas paria el tiro de tres puntos. Hay un pívot bloqueado por los nervios. Hay tres bases que se sienten coaccionados y continuamente en entredicho. Hay un banquillo que habla por sí solo, que murmura y sonríe sibilinamente, pero al que, después de cada partido, se le pone cara de poema. Hay un técnico demasiado preocupado del mundo exterior. De nada sirve echarle la culpa a la lesión de Epi.

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España acusó, mediada la primera parte, un panorama interesarte para medir su capacidad de respuesta ante situaciones difíciles. Podría pensarse que ya las ha tenido ante Grecia o Francia, pero no era éste el caso porque, Brasil era un rival de entidad homogénea, es decir contaba con recursos ofensivos, de rebote, y aplicaba una fórmula defensiva específica: una defensa zonal simple, con la que, de forma demasiado evidente, frenó a España con tan sólo 13 personales para el conjunto del equipo.

Independientemente de circunstancias individuales, enfrente trabajaba tácticamente un equipo. Consecuencia de todo ello era que Brasil dominaba en el marcador con cierta continuidad y avisaba del peligro de una derrota que podía complicar mucho las aspiraciones españolas a una medalla.

España, que empezó con un juego explosivo que hizo prometer durante cuatro minutos que podía el público divertirse con una exhibición, llegó a la realidad en el minuto cinco, cuando Brasil restableció el equilibrio sin aspavientos, pero con eficacia. A partir de aquí los defensores brasileños usaron una zona que dejaba al descubierto las carencias del juego estático español: nadie buscaba la penetración, se empleaban pases superficiales por el exterior y los pívots no encontraban ni buenos pases ni sitio para intentar un lanza miento sencillo para conseguir canastas.

España buscó acomodarse al tiro de tres puntos, pero sin ningún éxito (3 de 12). En la defensa, tanto Villacampa como Sibilio se alternaban en el marcaje a Oscar, mientras el resto de compañeros no funcionaba bien en los cambios. Brasil jugó los primeros diez minutos con el quinteto titular, mientras España ya había utilizado a ocho jugadores sin que encontrara la solución. En la lucha por el rebote, Israel y Gerson fueron superiores a cualquier pareja española.

Díaz Miguel se encontraba ante los problemas siguientes: Martín estaba demasiado nervioso, el banquillo abundaba en sonrisas de complicidad entre los jugadores y los bases no sólo no tiraban, sino que acusaban una creciente desconfianza consigo mismos, además de un hartazgo por la continua presión que reciben de Díaz Miguel, en quien ven un técnico que no les deja dirigir, que les coarta continuamente.

Sólo por un instante la fulgurante salida de Villacampa olió a frescor y pudo especularse, quizás más con el corazón, que podía servir con eso para levantar al equipo y hacerle olvidar sus problemas. Pero era demasiado pedir. Creus había sido enviado al banquillo no se sabe por qué. Costa empezaba a sentirse abrumado por tanta indicación y el efecto reparador de tres canastas de Villacampa se esfumó. Brasil amenazaba con marcharse definitivamente y bastante se hacía con impedirlo de manera momentánea, aunque fuese con acciones individuales y sin una labor clara de conjunto.

Díaz Miguel buscó la furia de Arcega, pero Israel y Gerson siguieron con el dominio reboteador. Díaz Miguel repescó a Creus, que no pudo restablecer la situación porque los relevos en la defensa producían situaciones catastróficas con jugadores brasileños desmarcados penetrando fácilmente hacia el aro. Romay había quedado en el olvido, al igual que Villacampa. Todo quedaba reducido a la insistencia de Margall (3 de 11) y Sibilio (3 de 11) en tirar desde la línea de 6,25 metros.

Díaz Miguel buscó la solución de situar a un alero en el poste. bajo, pero con ello se entró en mi mar de confusiones, topándose los aleros y los pívots en escasos metros. Díaz Miguel solicitó su primer tiempo muerto en el segurido período cuando el marcador estaba en 66-80 y faltaban dos minutos y medio. Díaz Miguel no tenía por entonces ninguna soluición que aportar.

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