De nuevo, la Libertad.

La reinauguración de la estatua de la Libertad, tras una restauración que ha durado más de dos años, se ha convertido en un acontecimiento de reafirmación de la identidad y del orgullo nacional de los norteamericanos, ahora que EE UU cumple 210 años, y la vieja dama, su primer siglo. El fin de semana de la Libertad se ha convertido en una fiesta a lo norteamericano, en la que todos los superlativos son realidad: precios supermillonarios por las tribunas, millones de gentes en las calles neoyorquinas, decenas de miles de cohetes, toneladas y toneladas de explosivos... La mayor rev...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

La reinauguración de la estatua de la Libertad, tras una restauración que ha durado más de dos años, se ha convertido en un acontecimiento de reafirmación de la identidad y del orgullo nacional de los norteamericanos, ahora que EE UU cumple 210 años, y la vieja dama, su primer siglo. El fin de semana de la Libertad se ha convertido en una fiesta a lo norteamericano, en la que todos los superlativos son realidad: precios supermillonarios por las tribunas, millones de gentes en las calles neoyorquinas, decenas de miles de cohetes, toneladas y toneladas de explosivos... La mayor revista naval de la historia se celebró ayer a los pies de la Libertad, y en ella participaron alrededor de dos docenas de veleros, entre ellos el mayor del mundo, el español

Páginas 2 y 3

Archivado En