Crítica:EL CINE EN LA PEQUEÑA PANTALLA

Sobre la homosexualidad

Los británicos siguen siendo únicos para la fanfarria cinematográfica: hace escasos días, el presumible último hit de la industria británica, Biggles, congregó en su estreno las más renuentes autoridades y personalidades de la high society; después, puestos en fila de espaldas a la pared, lady Di saludaba a la tropa, que se rendía satisfecha. Dicen que el cine de Gran Bretaña vive un buen momento, y varios títulos recientes lo certifican, pero actos como el de BiggIes, una epopeya heroica sobre el piloto de la I Guerra Mundial, se repiten a menudo, sin ir más...

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Los británicos siguen siendo únicos para la fanfarria cinematográfica: hace escasos días, el presumible último hit de la industria británica, Biggles, congregó en su estreno las más renuentes autoridades y personalidades de la high society; después, puestos en fila de espaldas a la pared, lady Di saludaba a la tropa, que se rendía satisfecha. Dicen que el cine de Gran Bretaña vive un buen momento, y varios títulos recientes lo certifican, pero actos como el de BiggIes, una epopeya heroica sobre el piloto de la I Guerra Mundial, se repiten a menudo, sin ir más lejos, a cada nuevo título de James Bond.En ese contexto eterno de buenas maneras y tradiciones perpetuas, los británicos que hace tres décadas se atrevieron a cuestionar ciertas lacras sociales tienen, por el solo hecho de atreverse, un mérito que siempre habrá de reconocerse. El free cinema es de justicia un cine a respetar, por muy desvencijados que hoy aparezcan ciertos postulados de sus argumentos. Y Víctima, realizada por Basil Dearden en 1962, es histórica por tocar la llaga de un tema tabú en la sociedad británica: el homosexualismo. Lo toca, claro está, reivindicando el derecho de la persona a su intimidad sexual y atacando sin tapujos la despiadada represión a la que se sometía a los encausados; represión y extorsión, que en algunos casos, como el de Barrett, uno de los protagonistas de Víctima, podía conducir al suicidio.

La película es dura y voluntariamente fría. Sin embargo, sus alcances, hoy, cuando en todas partes -parece- entenderse el problema, y cuando el mundo entero parece deshacerse en comprensión, están ya muy lejos de la penetración que en su día pudieron cosechar. Dirk Bogarde es hoy por hoy el máximo atractivo de la obra, en una composición regia y matizada del abogado homosexual escindido entre el amor a su mujer, Laura, y el recuerdo de su antiguo amante.

El tono frío impuesto por Dearden a la película es el del relato policial en un moderado intimismo. Dearden, fallecido en accidente de automóvil en 1971, se inició en el cine de manos de Cavalcanti, del documentalismo inglés y de la célebre, inolvidable productora Ealing, y ese pasado se nota en Víctima, en la especial textura de su blanco y negro -buena fotografía de Otto Heller, el gran operador de Ricardo III, de Olivier- y en su atmósfera desnuda. Película curiosa esta Víctima, a pesar de algunas aristas discursivas hoy encallecidas, de una crítica moral necesariamente superada.

Víctima se emite a las 23.15 por TVE-1.

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