Tribuna:

'Yuppies'

Los anglosajones llaman yuppi al joven o ex joven que antaño luchó contra el sistema y su capacidad de integración, y que hoy, en cambio, lo asume con, toda clase de coartadas de racionalidad o de eficacia, aunque la palabra, exactamente venga de young urban professionals (jóvenes profesionales urbanos).

La invasión de los yuppies ya ha llegado a España y me temo que puede causar más estragos que una hipotética invasión de marcianos. Cada día hay más yuppies, efecto de un contagio de normalidad y fatalidad ante las leyes inapelables de lo posible o lo...

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Los anglosajones llaman yuppi al joven o ex joven que antaño luchó contra el sistema y su capacidad de integración, y que hoy, en cambio, lo asume con, toda clase de coartadas de racionalidad o de eficacia, aunque la palabra, exactamente venga de young urban professionals (jóvenes profesionales urbanos).

La invasión de los yuppies ya ha llegado a España y me temo que puede causar más estragos que una hipotética invasión de marcianos. Cada día hay más yuppies, efecto de un contagio de normalidad y fatalidad ante las leyes inapelables de lo posible o lo conveniente.

Los más peligrosos son los que no han cambiado de gesto o atuendo y siguen dando el pego de una apariencia humana. Pero más tarde o más temprano han de tomar partido y entonces, abren la boca para enseñar el colmillo de acero inoxidable y de sus ojos salen los rayos laser que extirpan la memoria que les pone en evidencia.

Hay dos clases de yuppies. El yuppi sonriente y el yuppi crispado. El yuppi sonriente admite el juego verbal sobre su transubstanciación y trata de hacerse perdonar mediante la más lúcida de las simpatías. El yuppi crispado es un nuevo ángel exterminador que borraría toda huella referente a lo que fue, y entre las huellas incluye a los testigos de sus aventuras mentales, cuando tenía tanta tierra en La Habana, o en Saigón, o en Berkeley.

Tanto uno como otro tipo, posmodernos al fin, no quieren aceptar que son víctimas de un proceso de contaminación ideológica y biológica. Los yuppies de hace 50 años se palpaban la barriguita y decían aquello tan gracioso: "Quien a los veinte años no es revolucionario es que no tiene corazón, y quien lo sigue siendo a los cuarenta es que no tiene cerebro". El yuppi actual monopoliza todas las fuentes de autenticidad y gobierna éticamente por decreto.

Ayer se tenía que recitar el catecismo de Mao hasta en el momento de practicar el salto del tigre, y hoy se tiene que hacer el salto del tigre por el interés de España y Occidente. Son tristes o peligrosos, pero, eso sí, cada día van mejor vestidos.

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