Tribuna:

Vivir

Un amigo mío, no íntimo precisamente -casado, mujer, hijos-, me telefoneó hace días para comunicarme que, a resultas de no pocos y puñeteros problemas, había decidido suicidarse. Yo le animé, claro, y nos citamos para almorzar, por última vez, horas después; le urgía autosuprimirse.Nos declaramos hambrientos, y el ágape fue copioso: empezamos picando una ración de jamón de Jabugo ("eso de jamón ibérico es jodido", comentó, mordiendo una lonchita y reojeándome con sorna). El plato del día -cocido madríleño- del restaurante de tres tenedores le tentó para seguir, pero se manifestó ...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Un amigo mío, no íntimo precisamente -casado, mujer, hijos-, me telefoneó hace días para comunicarme que, a resultas de no pocos y puñeteros problemas, había decidido suicidarse. Yo le animé, claro, y nos citamos para almorzar, por última vez, horas después; le urgía autosuprimirse.Nos declaramos hambrientos, y el ágape fue copioso: empezamos picando una ración de jamón de Jabugo ("eso de jamón ibérico es jodido", comentó, mordiendo una lonchita y reojeándome con sorna). El plato del día -cocido madríleño- del restaurante de tres tenedores le tentó para seguir, pero se manifestó remiso y, dirigiéndose al camarero y a mí, muy expresivo y un tanto teatral, exclamó: "Rechazo este plato nacional por razones inexplicables de orden ético, caballeros". Los tres carcajeamos como se debe en casos similares, y encargó unos espárragos, "sin mahonesa, por favor", le advirtió al maître.

Faltó un tris, después, para que pidiese el chuletón con patatas fritas; pero a la hora de la decisión suprema consideró en voz alta, pomposo incluso: "Las papas engordan mucho"; y se conformó con un filete de ternera a la plancha, sin guarnición, por favor". Queso manchego, arroz con leche y un sorbete de limón, todo compartido, por lo de la línea, culminaron el festín. ¡Ah!, y el riego: una botella de champán francés para honrar el comienzo, seguida de otra, no menos sublime, de los viñedos vallisoletanos. Mi amigo liquidó la factura con una carta de crédito: "No tengo fondos, no te preocupes".

Después paseamos un rato por el barrio de Salamanca, mirando al suelo para comprobar sobre el terreno lo que había sido el tema único de nuestra conversación durante el almuerzo: Madrid es una ciudad rota, cuarteada, despedazada, sucia, "pero hay que mirar mucho al suelo para darse cuenta", insistía mi amigo. Por la noche, una de sus amantes me anunció que lo había encontrado, de cuerpo presente, en su picadero; se había disparado dos tiros de pistola en la sien. La amante de marras, a modo de epitafio, colocó sobre su tumba un letrero que reza: "Aquí, en el sótano, vive un vivo".

Archivado En