Tribuna:

Las radios

Coincidiendo con la inauguración del curso, las grandes cadenas de radio han modelado los programas, modificado los horarios, intercambiado a sus figuras relevantes. El resultado es, finalmente, un efecto masa en el que tiende a confundirse Radio Nacional con la SER, la SER con la COPE y la COPE con la RNE. Si lo que estaban buscando es que ningún oyente echara de menos la emisión que no escucha, es notorio que han triunfado. Gradualmente cada competidor se ha transmutado en la competencia, la competencia en el competidor primero. En las emisiones de la mañana apenas existe una distinción de a...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Coincidiendo con la inauguración del curso, las grandes cadenas de radio han modelado los programas, modificado los horarios, intercambiado a sus figuras relevantes. El resultado es, finalmente, un efecto masa en el que tiende a confundirse Radio Nacional con la SER, la SER con la COPE y la COPE con la RNE. Si lo que estaban buscando es que ningún oyente echara de menos la emisión que no escucha, es notorio que han triunfado. Gradualmente cada competidor se ha transmutado en la competencia, la competencia en el competidor primero. En las emisiones de la mañana apenas existe una distinción de aroma. Y poco más sucede con los programas ómnibus que cubren el espacio de la tarde. Ante las conclusiones sobre un estudio de contenidos y calidad, el cliente quedaría posiblemente tan anonadado como ante los resultados de esas pruebas que hacen las revistas de automóviles sobre coches semejantes y en las que, al cabo, es decisivo el diseño del salpicadero. Es el caso de la onda media: cada vez cobra más importancia la belleza del timbre.Cierto que en el panorama de igualación unas se proclaman más iguales que otras, pero ni siquiera las señas más peculiares se soslayan en las copias. El condimento de un no profesional, por ejemplo, que con Carlos Fisas empleó Luis del Olmo tuvo réplica en el barbero sevillano y más tarde en un jubilado de Cataluña.

Siguiendo las consignas que propugnaban hace una década un modelo de radio informal, se han cumplido sobradamente, y en ocasiones con gran éxito, las cotas más insufribles. Pero no parece, sin embargo, a partir de las declaraciones programáticas de los directores, que la pauta vaya a contenerse. La gran oferta de la radio hace unos años ponía difícil la elección. Ahora, por fin, es imposible. Hasta los de Radio Cadena Española han encontrado una Encarna, tan descarnada como la primera Encarna. No es fácil predecir el punto de inflexión o en qué acabará esto, pero nada se parece más a un dial plano que la suma de la suma de lo mismo. La audiencia de la OM que va trasladándose a la FM podría estar huyendo instintivamente del fin del mundo.

Archivado En