GENTE

Anders Karlsson,

un policía sueco asignado a la prevención del robo de bicicletas en una estación del barrio sur de Estocolmo, aprovechando su día libre cogió su sofisticada bicicleta 10 cambios y se dirigió a una caja automática para retirar 500 coronas (unas 60.000 pesetas). Cuando operaba frente a la caja notó que alguien le robaba la bicicleta, que había dejado estacionada a pocos metros. Sin tiempo para aguardar que el automático le entregara el dinero, salió corriendo tras el ladrón, pero abandonó la persecusión ante la imposibilidad de atrapar al caco. A su regreso, alguien le había birlad...

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un policía sueco asignado a la prevención del robo de bicicletas en una estación del barrio sur de Estocolmo, aprovechando su día libre cogió su sofisticada bicicleta 10 cambios y se dirigió a una caja automática para retirar 500 coronas (unas 60.000 pesetas). Cuando operaba frente a la caja notó que alguien le robaba la bicicleta, que había dejado estacionada a pocos metros. Sin tiempo para aguardar que el automático le entregara el dinero, salió corriendo tras el ladrón, pero abandonó la persecusión ante la imposibilidad de atrapar al caco. A su regreso, alguien le había birlado también las 500 coronas y la tarjeta plástica que se utiliza para sacar el dinero. Lo peor del caso es que Anders utilizaba su bicicleta, que tenía un seguro especial, para demostrar qué era invulnerable a los robos. Salvo que esta vez, por tratarse solamente de un par de minutos, y tenerlo a la vista, pensó que era innecesario poner la llave a su invulnerable vehículo.

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