La montaña va a Mahoma

Josep Miquel Abad, 38 años, se especializó en organización de obras y empresas a su paso por la Escuela de Arquitectos Técnicos de Barcelona, en la que se licenció en 1968. Por ello, no es extraño que lo primero que hiciera al Regar a la Oficina Olímpica, a primeros de este verano, fuera echar un vistazo al organigrama del proyecto más ambicioso que nunca haya dirigido: la consecución de los Juegos Olímpicos para Barcelona. Una vez conocido el organigrama, tampoco sorprende que el comité ejecutivo de la candidatura, en su primera decisión ante el nuevo curso político recién estrenado, fuera el...

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Josep Miquel Abad, 38 años, se especializó en organización de obras y empresas a su paso por la Escuela de Arquitectos Técnicos de Barcelona, en la que se licenció en 1968. Por ello, no es extraño que lo primero que hiciera al Regar a la Oficina Olímpica, a primeros de este verano, fuera echar un vistazo al organigrama del proyecto más ambicioso que nunca haya dirigido: la consecución de los Juegos Olímpicos para Barcelona. Una vez conocido el organigrama, tampoco sorprende que el comité ejecutivo de la candidatura, en su primera decisión ante el nuevo curso político recién estrenado, fuera el de reorganizarlo.Abad forma parte del reducido grupo de hombres de empresa del que dispone la izquierda en Cataluña. Tan reducido que él mismo compagina la responsabilidad ejecutiva de la candidatura olímpica con la dirección de la Feria Internacional de Barcelona.

Candidato a la alcaldía de Barcelona por el PSUC en las primeras elecciones municipales de 1979, dirigió hasta mayo de 1983 el área de urbanismo del Ayuntamiento, formando parte del equipo de gobierno de socialistas y comunistas. Hombre de confianza del alcalde Narcís Serra, estuvo siempre en la secreta gestación de la idea olímpica. Un día ésta tomó cuerpo y él fue el impulsor de los primeros apuntes para la preparación de las instalaciones deportivas existentes de cara a la elaboración del gran proyecto. Tuvo en su despacho la primera maqueta de la remodelación del estadio de Montjuic, en la que se proyectaba una espectacular cúpula.

En junio de 1983, tras abandonar la política activa como miembro del PSUC, es nombrado, merced a un acuerdo entre Maragall y Josep Maña Figueras, director general de la Feria de Barcelona. La discreción pública es la característica de actuación en el este cargo durante un período en el que la institución ferial ha sido objeto de polémica en numerosas ocasiones entre Ayuntamiento y Generalitat. Allí parece esperar la oportunidad de contactar de nuevo con el proyecto olímpico.

El nombramiento sorpresa de Joan Majó, otro de los miembros del selecto club de hombres empresa de la izquierda, como ministro de Industria, cuando estaba ya decidido su elección como consejero delegado de la candidatura de Barcelona como sede de los Juegos de 1992, fue la señal para la reaparición de Abad.

Maragall anunció un día la designación de Abad, y el consenso de las tres administraciones promotoras del proyecto olímpico fue inmediato. El ex teniente de alcalde compaginará dos de los cargos de mayor. responsabilidad en estos momentos en Barcelona y Cataluña. Su elección llega a los casi tres años de la creación de la Oficina Olímpica y cuando las críticas (y de forma premonitoria, los elogios de los máximos responsables políticos de la candidatura) arreciaban por su funcionamiento. Su in corporación como hombre fuerte de la candidatura coincide, además, con el traslado físico de la oficina, actualmente en los edificios del Consorcio de la Zona Franca, al pabellón del INI, en el recinto ferial de Montjuïc. Ha sido toda la montaña la que se ha desplazado hasta Mahoma.

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