Victoria sin alardes del Barcelona sobre el Rapid de Viena

Tras casi tres meses de abstinencia, el público del Camp Nou tuvo de nuevo su comida futbolística. No hubo empacho, a pesar de la maratoniana jornada. Fútbol dosificado, con rachas de buen juego y largos paréntesis de peloteo. Y, pese a todo, tres goles de bella ejecución que dieron el pase al Barcelona a la final de esta noche frente al Hamburgo.Imposible aquel símil de "decíamos ayer". El Barça de anoche no fue aquél que finalizó el campeonato liguero de forma tan triunfal, aunque su esquema de juego sigue siendo el mismo. Ni un cambio táctico. Todo, más o menos, igual que en la anterior tem...

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Tras casi tres meses de abstinencia, el público del Camp Nou tuvo de nuevo su comida futbolística. No hubo empacho, a pesar de la maratoniana jornada. Fútbol dosificado, con rachas de buen juego y largos paréntesis de peloteo. Y, pese a todo, tres goles de bella ejecución que dieron el pase al Barcelona a la final de esta noche frente al Hamburgo.Imposible aquel símil de "decíamos ayer". El Barça de anoche no fue aquél que finalizó el campeonato liguero de forma tan triunfal, aunque su esquema de juego sigue siendo el mismo. Ni un cambio táctico. Todo, más o menos, igual que en la anterior temporada. Y es que Terry Venables prefiere no hacer inventos ni probaturas, aunque corra el riesgo de que sus rivales le tomen algún día la medida.

Venables se hinchó de tomar notas en el palco residencial del Camp Nou, mientras que el gerente azulgrana miraba su cuaderno con el rabillo del ojo. Seguro que el técnico inglés anotó allí esas imprecisiones en los pases, esos despistes en defensa o esos relevos incompletos. Lo demás, casi perfecto, sin tener en cuenta las lagunas en la preparación física, puestas más en entredicho por el fuerte calor reinante.

El Barça 85-86 sigue girando entorno a un hombre, Bernd Schuster, escoltado por sus dos centuriones, Víctor y Calderé, que efectúan las labores de intendencia para el cerebro-azulgrana. Los demás se limitan a cumplir estrictamente al pie de la letra el papel que se les ha asignado, aunque, a veces, dejen rienda suelta a su imaginación y se lancen como caballos desbocados hacia el marco contrario, ante el desconcierto del rival.

Anoche ese rival fue cómodo, aunque no exento de ambición. El Rapid de Viena hizo el fútbol que le convenía al Barça: ni demasiado agresivo ni excesivamente blando. En definitiva, estuvo a la altura de las circunstancias, aunque su capitán, Hansi Krankl, buscó con ahínco el gol, olvidándose de la estatuilla de la Virgen que regaló al presidente barcelonista Josep Lluís Núñez como prueba de amistad en los prolegómenos del encuentro.

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