Isidro Barrio

Reside en el centro de Madrid, en un bajo de proporciones palaciegas y mobiliario decadente, un ambiente que de puro antiguo resulta extraordinariamente sugerente, casi a la última moda. Una atmósfera de retiro que sólo rompe "a esa hora voluptuosa de la siesta", en la que el artista se convierte en vagabundo y sale a respirar. De unos 40 años, aunque la anualidad precisa no se la revela a nadie, Barrio, formado en Italia y Alemania, ha impregnado su vida cotidiana del divismo propio del escenario.

"Soy un exhibicionista", reconoce con una alegría casi infantil, agrandando los ojos ...

Reside en el centro de Madrid, en un bajo de proporciones palaciegas y mobiliario decadente, un ambiente que de puro antiguo resulta extraordinariamente sugerente, casi a la última moda. Una atmósfera de retiro que sólo rompe "a esa hora voluptuosa de la siesta", en la que el artista se convierte en vagabundo y sale a respirar. De unos 40 años, aunque la anualidad precisa no se la revela a nadie, Barrio, formado en Italia y Alemania, ha impregnado su vida cotidiana del divismo propio del escenario.

"Soy un exhibicionista", reconoce con una alegría casi infantil, agrandando los ojos en una expresión de permanente carnaval. El artista recibe a los periodistas como si acudieran a una fiesta. Hay unas copas dispuestas en una mesa cercana a un magnífico piano y el anfitrión, vestido de pajarita, tiene preparada una botella de champaña frío para sus invitados, presumiblemente muertos de sed en esta tarde de verano. El salón rebosa de cuadros -aunque ya no están los de Valdés Leal y Fortuny que le acompañaron en su niñez-, figuras de época y lámparas en penumbra, pero el pianista prefiere ganar luz para las fotografías encendiendo los manojos de velas que tiene repartidos por la estancia. Un ambiente irreal al que sólo le falta que Chopin en persona se ponga a tocar, aunque también podría interpretar Barrio a Chopin, pero esta tarde prefiere conversar.Recuerda que su padre era amigo de Baroja y de Marañón y que en en esta casa siempre hubo un piano, que él empezó a tocar antes de que alcanzara los pedales. Y un día la familia tuvo que desprenderse del piano y el pequeño Isidro tuvo conciencia de que se trataba de una pérdida fundamental que debía rescatar. Estudió en el conservatorio de San Bernardo y más tarde marchó a Alemania para estudiar con la profesora Eliza Hansen.

Isidro Barrio parece reunir en su personalidad la sensibilidad del misántropo y la vivacidad del actor. Todo ello junto a una implacable seguridad en sí mismo, en su magnetismo como artista. Le encanta el lujo y el buen vivir, pero todo lo sacrifica a la música, a la carrera. Está soltero -quizá porque nadie puede ser tan permanente en su vida como un piano-, y cuando se refiere al amor pregunta a su interlocutora qué elegiría si tuviera que optar entre el arte y la pasión amorosa, cuestiones que, al parecer, considera incompatibles. "Soy sociable pero tengo sed de estar solo a me nudo. Elegir la gente que te rodea es importante, porque pueden potenciarte o pueden crearte un entorno vulgar". Cree que "el arte es esencialmente aristócrata", aunque no quisiera que se entienda "en un sentido político. Hay que tener criterio para comprender la música. En Alemania, por ejemplo, hay criterio; en España, desgraciadamente, no"

Se considera un producto musical con un 75% de influencia alemana y sólo un 25% de formación española, a pesar de su casticismo. "Conozco bien Madrid, desde el Rock-Ola al Palace, aunque prefiero este último lugar". Alterna sus giras europeas -prepara ya para la temporada 1988-1989- con actuaciones más escasas en España y algunas clases para jóvenes músicos aunque la docencia apenas le interesa. "Sólo me dedicaría a la enseñanza por dinero, pero prefiero la gloria. Buscar el dinero no te trae la gloria pero buscar la gloria siempre te trae dinero".