Crítica:VISTO / OÍDO

El recurso del concurso

Concursar es morir un poco (de vergüenza). El concurso se basa en la impúdica exposición de aquello que tenemos, sabemos o podemos, y por eso un arte como el televisivo, que vive de las formas rotundas y chillonas, es el medio idóneo para mostrar la batalla de los que aspiran a un coche, a un viaje, a una novia. No comparto, a ese respecto, las críticas que se elevan a veces, sobre la naturaleza tan descaradamente materialista de las recompensas televisivas; si uno ha decidido -¿y quién no lo ha hecho alguna vez?- competir con su prójimo en busca de un premio, nada más propio que ver galardona...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Concursar es morir un poco (de vergüenza). El concurso se basa en la impúdica exposición de aquello que tenemos, sabemos o podemos, y por eso un arte como el televisivo, que vive de las formas rotundas y chillonas, es el medio idóneo para mostrar la batalla de los que aspiran a un coche, a un viaje, a una novia. No comparto, a ese respecto, las críticas que se elevan a veces, sobre la naturaleza tan descaradamente materialista de las recompensas televisivas; si uno ha decidido -¿y quién no lo ha hecho alguna vez?- competir con su prójimo en busca de un premio, nada más propio que ver galardonada tan salvaje costumbre con algo refulgente y grosero: plata, neveras, coches.El nuevo concurso Si lo sé no vengo, ideado por TVE en Cataluña, me pareció francamente divertido en su primer programa del jueves por la noche. No se trata, por supuesto, de una idea muy original, pero, ¿es que a los gladiadores en el circo se les pidió alguna vez novedad e iconoclastia en sus estoques? La filosofía del concurso, ya sea literario o musical, de natación o sacos, es la humillación de la mayoría silenciosa que lo pierde, en favor del tronante y celebrado ganador. Y qué bien muestra la televisión esas 1.000 tropelías que un oficinista o una ama de casa tienen que sufrir ante la risa sublimadora de todos los públicos.

Si lo sé no vengo parte del programa-concurso Un, dos, tres, responda otra vez, que a mi juicio se ha estudiado poco y se ha despreciado mucho, siendo, como es, el decano y modelo de esas ruidosas manifestaciones de la parte oscura del hombre. La ventaja que tiene el nuevo es que ha prescindido en gran medida de los odiosos apéndices cómicos de Ibáñez Serrador, y se concentra en la víctima, que ha de responder a preguntas culturales mientras corta el escote a una chica.

Lagunas culturales

Otra mejora indudable del programa es la altura intelectual de los concursantes, en esta ocasión un licenciado en Filosofía con tesina ya a medias. El muchacho gallego, hábil, muy simpático, y provisto de un sentido del humor digno de mejor causa, me dejó con todo preocupado. Como universitario, tengo que confesar que algo falla en nuestro sistema educativo si un licenciado en la más alta disciplina de las ciencias humanas no sabe cómo se llamaba El Greco y, sobre todo, si adjudica al patoso Frank Sinatra los pasos de danza de Gene Kelly en Cantando bajo la lluvia. Pese a todo, el concursante se llevó la respetable suma de 200.000 pesetas y la promesa de un viaje de 26.000 kilómetros.

Archivado En