COPA DE LA LIGA

Miguel Ángel, rotura de pierna

Unos brotes de juego violento estropearon el espectáculo de un gran partido de fútbol. El Spórting de Gijón y el Real- Madrid jugaban de cara al gol, con rapidez y desmarques, y cualquier resultado parecía posible incluso ya con el 3-1. Pero los 15 últimos minutos del encuentro sobraron. El portero madridista, Miguel Ángel, que sufrió fractura de tibia y peroné, lo hubiera agradecido. Espinosa le entró sin aparente mala intención, pero el juego ya estaba caliente, con Stielike dedicándose a la caza del hombre.En un encuentro de fútbol todo se puede perdonar. Hasta que Juanito aburriera ...

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Unos brotes de juego violento estropearon el espectáculo de un gran partido de fútbol. El Spórting de Gijón y el Real- Madrid jugaban de cara al gol, con rapidez y desmarques, y cualquier resultado parecía posible incluso ya con el 3-1. Pero los 15 últimos minutos del encuentro sobraron. El portero madridista, Miguel Ángel, que sufrió fractura de tibia y peroné, lo hubiera agradecido. Espinosa le entró sin aparente mala intención, pero el juego ya estaba caliente, con Stielike dedicándose a la caza del hombre.En un encuentro de fútbol todo se puede perdonar. Hasta que Juanito aburriera a Gallego a base de pisarle su zona para pretender hacer lo que no sabe. Aun así, con la línea creadora del Madrid quebrada, sus jugadores oponían una muy seria resistencia a un Spórting inspirado y ambicioso a base de querer jugar todavía mejor que el contrario.

Las vergüenzas del fútbol comenzaron a raíz de una dura entrada de Joaquín a Stielike. Éste, que hasta entonces había permanecido apagado, empezó a estar en todas partes, como Juanito, pero con fines vengativos, de los que se salvó en una ocasión Esteban, al que acorraló en el área para, a la espera de que saliera de la misma, realizarle una entrada con la peor intención.

Miguel Angel quizá pagó los platos rotos porque si Espinosa no saltó por encima de él fue porque ya había mucho ímpetu entre los jugadores. El fútbol ya no era espectáculo. Los prodigiosos remates de cabeza de Quini y la inteligencia de Gallego, al que le obligan a ejercer funciones de catedrático en cada acción porque todas las jugadas tiene que resolverlas por el sitio más difícil, el centro, al no tener su equipo extremos, pasaron a un segundo plano. Ellos no pertenecían a esa batalla. La explicación de por qué el fútbol todavía puede ser un recreo y no una pasión desbordada ya la habían impartido.

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