Tribuna:

Sin discusión

Esta ley de la Ciencia aprobada hace un par de días por el Consejo de Ministros parece ser la única reforma socialista que no ha encontrado oposición. Han protestado algunos profesionales de las tesis y tesinas de las ciencias blandas, temerosos de que de ahora en adelante disminuyan los dineros públicos para investigar los apasionantes recovecos de las piedras, las prosas y los poemas del pasado, pero por una vez ha habido unanimidad a derecha e izquierda del Gobierno.Y la unanimidad siempre es sospechosa. Sobre todo, cuando se trata de un asunto poco menos que central para enfilar el futuro ...

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Esta ley de la Ciencia aprobada hace un par de días por el Consejo de Ministros parece ser la única reforma socialista que no ha encontrado oposición. Han protestado algunos profesionales de las tesis y tesinas de las ciencias blandas, temerosos de que de ahora en adelante disminuyan los dineros públicos para investigar los apasionantes recovecos de las piedras, las prosas y los poemas del pasado, pero por una vez ha habido unanimidad a derecha e izquierda del Gobierno.Y la unanimidad siempre es sospechosa. Sobre todo, cuando se trata de un asunto poco menos que central para enfilar el futuro y en el que, por definición, es imposible el acuerdo entre la derecha, el centro y la izquierda porque lo que aquí se dirime, sencillamente, es ese famoso modelo de sociedad del que discuten sin parar. Si a tanta unanimidad excepcional añadimos la más absoluta indiferencia de los medios de comunicación y el completo desinterés, o desdén, de los intelectuales de guardia, únicamente atentos esta temporada al difícil arte de las agudezas insultantes y los ingeniosos descalificativos feroces, habrá que concluir que esta ley de la Ciencia es una muy extraña ley.

Nos peleamos, editorializamos, bramamos y amenazanos con dimitir por culpa de la letra pequeña, cursiva y obvia de la llamada ciencia de las leyes, pero ni pío de la ley de la Ciencia. Conmueven al país por un tal 3%, pero hacen unanimidad silenciosa cuando lo que se discute es del colonialismo del siglo XXI. No perdonan una oblicua metonimia en un relato de perfil, pero ni se inmutan delante de esas mareantes metáforas de profundidad surgidas de los saberes duros que han liquidado sin piedad los grandes y los pequeños relatos. Viven de la polémica permanente, pero no han olido ninguna de esas enormes polémicas culturales de las dos últimas décadas y que, como es bien sabido, tienen más tratos con esta u otra ley de la Ciencia que con la ley de la selva literaria. Se corren con la posmodernidad, pero huyen de la modernización. Yo no sé si ésta es la mejor o la peor ley de la Ciencia para el país. Pero me gustaría saberlo y, discutirlo. Lo que pasa es que cuando por fin se atreven con algo vertiginoso, silencian las miradas curiosas con el obsceno velo de la unanimidad.

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