Stefan Milenkovic

Un checo de siete años niño prodigio y virtuoso del violín

Tiene siete años y lleva ya más de media vida tocando el violín. No había cumplido los tres años cuando su padre, Zoran, profesor de ese instrumento, le dio la primera clase de 10 minutos. El niño se tomó el juguete en serio. El pasado mayo, el jurado del prestigioso festival checoslovaco de Ustina Orlici no daba crédito a sus ojos. Al caer los biombos numerados tras los que 25 candidatos al concurso habían tocado en el anonimato, resultó ser el mejor un crío de siete años. Había competido con niños prodigio de toda Europa, algunos de 16 años de edad. Por la tarde, Stefan quedó vencedor absolu...

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Tiene siete años y lleva ya más de media vida tocando el violín. No había cumplido los tres años cuando su padre, Zoran, profesor de ese instrumento, le dio la primera clase de 10 minutos. El niño se tomó el juguete en serio. El pasado mayo, el jurado del prestigioso festival checoslovaco de Ustina Orlici no daba crédito a sus ojos. Al caer los biombos numerados tras los que 25 candidatos al concurso habían tocado en el anonimato, resultó ser el mejor un crío de siete años. Había competido con niños prodigio de toda Europa, algunos de 16 años de edad. Por la tarde, Stefan quedó vencedor absoluto del festival interpretando a Vivaldi.

BelgradoCuando el violinista checo Vaclav Snitil le entregó la copa de cristal de Bohemia, Stefan casi no pudo con ella. El veterano checo exclamó: "Ha nacido un nuevo Paganini". Poco después, ya sin frac, Stefan encomendó a sus padres las sonrias sociales y los apretones de manos. Lo encontraron correteando por el restaurante detrás de un avión de hojalata y enseñándole los bíceps a los camareros. No sabía que acababa de ser consagrado como la mejor promesa europea del violín.A finales de enero dio su audición número 192, incluyendo sus apariciones en la televisión. Tiene un elepé en la feria discográfica de Cannes y "ha hecho todo lo que un profesional desearía a los 30 años: ganar concursos, grabar discos y llenar teatros hasta los topes", declaraba su padre.

Stefan no se achica ante el público. "Eso es decisivo, porque hay grandes músicos infantiles que tocan muy bien en casa, pero hacen el ridículo en público", continuó su padre en una mañana nevada, en su modesta casa de un barrio de Belgrado cercano al Danubio. Stefan está acostumbrado a que hablen de él. Inmutable, junto a su hermano Filip, de cuatro años, seguía las peripecias del Gordo y el Flaco en los dibujos animados de la pequeña pantalla.

Su madre, Lidia Cainazzo, de lejano origen italiano, suele acompañar a Stefan al piano. "No hagas muecas, chico, que vas a volver a salir como un payaso", le dice cuando le saca la lengua al fotógrafo. Pero el que hace 31 deshace en casa es el travieso Filip, muy poco impresionado por la fama de su hermano.

Stefan ha sido candidato al mayor galardón de Yugoslavia, el Premio de Octubre, pero sus estatutos absurdos lo rechazan por no da r la edad. Sin sus padres sería uno de tantos talentos dedicados a tararear con buen oído tonadillas pop. Cuando su padre intentó repetir el éxito pedagógico con el pequeño Filip, éste por poco le desarma el violín. En cambio, Stefan accedió inmediatamente a sacarle música al juguete con sus manitas, llevadas por el pulso firme de su padre.

"Es muy importante suministrarle al niño superdotado temas musicales de calidad, sin concesiones facilitonas, aunque teniendo en cuenta sus limitaciones técnicas", asegura el padre, que en la escuela de música Kosta Manojlovic compone piezas para sus alumnos.

Empezó a darle clase a Stefan 10 minutos al día, aumentando cinco minutos cada tres meses, hasta llegar a las dos horas de hoy. "He tenido que dejar de tocar en el cuarteto de cámara de Zemun. Me paso todo el día. pendiente del humor del crío. En cuanto lo veo bien dispuesto empezamos la clase. Si no la damos un día la recuperamos al siguiente".

En mayo, el niño increíble de la prensa checoslovaca se irá a Estados Unidos con su violín y sus juguetes.

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