"A mí no se me hunde un barco"

En los astilleros de Bazán le conocían por El Tigre. "En realidad", dice Juan Fernández, "soy una pantera rosa". Fue, en cierta manera, un impulso felino el que le llevó de la tribuna de presidencia al banquillo como entrenador, compartiendo la dirección técnica con el preparador oficial del club, Jaime Ventura. "Soy tremendamente impulsivo, y admito que desde el año cincuenta desde que empecé a estudiar, mis principales dificultades fueron mis propios errores".Pero esta vez no cree estar equivocado. "Algunos, desde fuera, dicen que esto de presidente-entrenador es impresentable; no con...

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En los astilleros de Bazán le conocían por El Tigre. "En realidad", dice Juan Fernández, "soy una pantera rosa". Fue, en cierta manera, un impulso felino el que le llevó de la tribuna de presidencia al banquillo como entrenador, compartiendo la dirección técnica con el preparador oficial del club, Jaime Ventura. "Soy tremendamente impulsivo, y admito que desde el año cincuenta desde que empecé a estudiar, mis principales dificultades fueron mis propios errores".Pero esta vez no cree estar equivocado. "Algunos, desde fuera, dicen que esto de presidente-entrenador es impresentable; no conocen la idiosincrasia del club". Nacido hace 44 años en Covas, una aldea al pie de la ría, toda la vida con un pie en el océano y otro en Ferrolterra, Juan Fernández emplea metáforas marítimas incluso para anunciar el advenimiento de su séptimo hijo: "La botadura será por Navidades".

Naufragio Injustificado

Por naturaleza y vocación, Fernández no puede permanecer impasible ante un naufragio injustificado. Fue jefe de pruebas de todos los barcos construidos durante años en Bazán y es constructor en un astillero particular de algunas de las embarcaciones deportivas españolas más sofisticadas, como la Sirius II o la Santa María. "Durante todo este tiempo he aprendido que, pese a la tecnología, pese a los avances técnicos, es la mano del hombre la que saca un barco del atolladero", añade.Juan Fernández pretende ser en el banquillo la mano del hombre. El Clesa-Ferrol, cinco años en la división de honor, inició la temporada con los mejores presagios. A la buena estrella del ala Nate Davis, con 890 puntos en el equipaje del pasado año, se sumaba el fichaje del pívot Bill Collins, procedente del Lebole, Mestre. Pero el equipo se endemonió, se desconjuntó y amenazaba rendir la cerviz totalmente. "En la junta directiva sabíamos que no era un problema de preparación técnica, sino psicológico, agrandado por las faltas de disciplina de algunos- profesionales, incomprensibles en un jugador de alta competición, y por el envenenamiento de relaciones personales", dice Fernández.

Jugador durante 15 años, poseedor del título de entrenador, Juan Fernández cree que hay mucha ignorancia en sus críticos. "Que le pregunten a directivos, jugadores y aficionados del Clesa lo que piensan. Yo soy una persona capaz de generar ilusión, empuje, y que no permite grietas entre compañeros y técnicos. Me llamaban El Tigre porque a mi alrededor los vagos y maleantes duran poco tiempo, pero a las personas que trabajan y se entregan les correspondo y ofrezco toda mi cordialidad". Fernández asume el desafío con todas las consecuencias y no cree que un posible fracaso arrastre al club a la ciénaga. "Mi compromiso es total", agrega, "y soy consecuente estando a las verdes; para mí, el club es media vida y ya me ha dado suficientes satisfacciones".

"Sé que es difícil soportarme", dice Juan Fernández cuando comenta la reacción del entrenador oficial ante su decisión de compartir el banquillo, "pero yo tambien se que sería una herejía tratar mal a una persona como Jaime Ventura. Sabía de antemano que su aceptación iba a perjudicar su futuro profesional, pero tengo el convencimiento de que esta medida nos va a permitir salvar al equipo y que, finalmente, saldrá reforzada su personalidad, ya que técnicamente nada puedo aportarle".

Fue realmente el aviso de un naufragio el que estuvo en el origen del prolongado y tenaz amorío de Juan Fernández con el OAR. En 1960, el club -nacido como una especie de brazo deportivo de la Acción Católica- amenazaba cierre, y un grupo de jóvenes, antiguos jugadores, fue llamado al timón. Juan, como presidente, llegó a jugar contra su equipo en las filas del Bazán. El OAR de hoy, con el Clesa en la división de honor, es "un fenómeno sociodeportivo en una ciudad relativamente pequeña, como es Ferrol". Tiene 3.800 socios, 85 millones de presupuesto, equipos femeninos y masculinos en casi todas las categorías y una escuela de baloncesto con más 200 niños y niñas de ocho a 12 años. La entidad ha suscrito un convenio con la Universidad Baptista de Houston, en Estados Unidos, donde se preparan ya dos jóvenes con vocación de pivot: José Manuel, de 18 años y 2,04 metros de altura, y Alfonso, con 2,17.

Otra presidencia

Juan Fernández está seguro de ganar una nueva apuesta, también desde el banquillo. Es un hombre-orquesta que adora el terreno de la gestión en el deporte y al que le han ido recientemente con la propuesta de presidir el Rácing de El Ferrol de fútbol, sumido en una crisis tan profunda como la del sector de la construcción naval. "Es distinto el sufrimiento desde las poltronas que desde el banquillo", dice el presidente-entrenador, "pero yo prefiero esto último, llevar directamente el barco y sentir cómo golpean, fuertes, las olas".

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