El Madrid, impotente para abrir la muralla del Málaga

Acaban con este deporte. Con estas tácticas de los técnicos van a echar a todos al baloncesto y luego habrá barullos porque muchos no podrán entrar en los pequeños pabellones. Lo de anoche en el Bernabéu no fue un partido de fútbol. Ni siquiera de balonmano, pese a la asombrosa similitud del ¿sistema? utilizado por el Málaga: un portero -magnífico, eso sí-, una barrera de cuatro defensas y un muro un poquito más arriba de otros cinco defensores. Método a emplear: uso y abuso de una amplia gama de placajes, bien con brazos o codos, bien -más bien, mal- con los dos pies por delante una vez abier...

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Acaban con este deporte. Con estas tácticas de los técnicos van a echar a todos al baloncesto y luego habrá barullos porque muchos no podrán entrar en los pequeños pabellones. Lo de anoche en el Bernabéu no fue un partido de fútbol. Ni siquiera de balonmano, pese a la asombrosa similitud del ¿sistema? utilizado por el Málaga: un portero -magnífico, eso sí-, una barrera de cuatro defensas y un muro un poquito más arriba de otros cinco defensores. Método a emplear: uso y abuso de una amplia gama de placajes, bien con brazos o codos, bien -más bien, mal- con los dos pies por delante una vez abierta la veda del tobillo ajeno. Un árbitro contemporizador ayuda lo suyo a que el equipo que ataca pierda los nervios, se sume a la montería y acabe desquiciado ante su impotencia. El Madrid mostró incapacidad, falta de ideas, carencia de recursos y un fútbol descerebrado. Ya se suponía.El Madrid puede exhibir el atenuante de la casi imposibilidad de abrir brecha frente a un fútbol del más feo estilo destructivo, áspero, bronco y de exclusivo amontonamiento -en la acepción más diáfana del término- de piernas en su área. Puede argumentar con espíritu justificativo que estrelló un balón en el poste y que botó sobre la misma línea, que dominó durante 85 de los 90 minutos reglamentarlos y que pudo haber marcado en algunos de los barullos creados ante Fernando. Pero Amancio debe meditar.

Cuando un rival se presenta, y ya lo hacen todos, con ese aire bélico de defensa a ultranza -daba tristeza ver a un jugador con el nueve en su camiseta, Albisbeascoechea, dedicado a alterar el frágil sistema nervioso de Lozano-, hay que intentar explotar las fórmulas, escasas, pero existentes, para desmontar el turbio asunto. El Madrid no encontró ninguna. Y eso es lo preocupante.

Se necesita un par de jugadores capaces de realizar envíos profundos y aperturas a las bandas que consigan, cuando menos, abrir el círculo numérico del rival. Amancio los tenía en el banquillo o en la grada. Se precisa, también, arriesgar más y disminuir los hombres en disposición de alerta roja defensiva, anoche cuatro y hasta cinco en línea, cuando un solitario adversarío, Toto, apenas pasa al ámbar. Se requiere evitar el excesivo bombeo de balones a la olla, máxime cuando Santillana y Valdano no están en la cocina. Y, en definitiva, hay que disponer de jugadores que busquen con calidad el remate desde lejos.

Todo transcurrió así en esa pequeña parcela de terreno que comenzaba en la portería de Fernando y acababa en la mitad del campo malagueño. Un disparo de Zambrano (m. 73) fue la única concesión al espectáculo del equipo andaluz. Hubiese sido ya de injusticia boreal que Miguel Ángel se despistara y no realizase una soberbia estirada.

Víctor Manuel, que canta con Ana aquello de abre la muralla, se ha confesado recientemente admirador del Castilla de Amancio de la temporada anterior y seguidor, por tanto, de esa quinta del buitre que formaban Sanchis, Michel, Martín Vázquez, Butragueño y Pardeza. Disfrutó lo suyo con el gol de Butragueño, el miércoles, en la selección. Tanto como hubiese sufrido ayer viendo que el pequeño delantero buscaba sin éxito los alborotos en la fuerte y amplia defensa rnalagueña y que este Madrid de Amancio no tiene nada que ver con el equipo alegre, divertido, a veces genial y casi siempre espectacular que creó el año pasado. Víctor Manuel y hasta la mísmísima Ana posiblemente hubiesen dado con la clave: ahí faltan dos para completar los cinco.

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