Encuentro en Barcelona de antiguos militantes del Frente de Liberación Popular

Flexibilidad ideológica y rigor organizativo

El Frente de Liberación Popular (FLP) nació en la más estricta clandestinidad en un convento de Carabanchel, Madrid, en 1956, bajo el impulso del diplomático Julio Cerón. Como el Front Obrer de, Catalunya (FOC) y la Euzkadiko Sozialisten Batasuna (ESBA), sus homónimos catalán y vasco, el FLP se caracterizó por sus planteamientos flexibles, antidogmáticos, y fue capaz de aglutinar a un amplio abanico de posturas ideológicas con un denominador común: el antifranquismo.Nació, en realidad, fruto de la necesidad de crear una alternativa al PCE en la que pudieran integrarse muchos convencidos antifr...

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El Frente de Liberación Popular (FLP) nació en la más estricta clandestinidad en un convento de Carabanchel, Madrid, en 1956, bajo el impulso del diplomático Julio Cerón. Como el Front Obrer de, Catalunya (FOC) y la Euzkadiko Sozialisten Batasuna (ESBA), sus homónimos catalán y vasco, el FLP se caracterizó por sus planteamientos flexibles, antidogmáticos, y fue capaz de aglutinar a un amplio abanico de posturas ideológicas con un denominador común: el antifranquismo.Nació, en realidad, fruto de la necesidad de crear una alternativa al PCE en la que pudieran integrarse muchos convencidos antifranquistas que nunca hubieran militado en filas estrictamente comunistas. El FLP, como el FOC y ESBA, fue un movimiento tan dinámico en el activismo como exigente en el debate intelectual y político. Y era tan flexible en lo ideológico como rigurosamente estricto en el aspecto organizativo.

Contó desde el principio con un destacado contingente de intelectuales y profesionales, muchos de los cuales han ejercido importantes cargos políticos en la transición y la democracia: hombres como Pérez Llorca o José Luis Leal, ministros de UCD; como Morán, Narcís Serra, José María Maravall, Carlos Romero o Julián Campo, ministros del PSOE; o el convergente Roca Junyent; o dirigentes comunistas como Nicolás Sartorius o el fallecido Alfonso Carlos Comín, tienen un pasado común en el FLP.

Aunque con planteamientos y objetivos comunes, las tres organizaciones -la central española, la catalana y la vasca- tuvieron un funcionamiento muy autónomo. Pero esta autonomía no se debía tanto a un posicionamiento político como a las exigencias de la clandestinidad. Así lo recuerda un felipe que ahora rige los destinos de la ciudad de Barcelona, Pasqual Maragall: "Ahora que el nacionalismo, los nacionalismos, tienen su legítima revancha, creo que es oportuno decir que no fuimos nacionalistas en ningún sentido partidista: ni nacionalistas españolistas, ni nacionalistas catalanistas, ni nacionalistas madrileñistas, ni nada (excepto en los casos de Recalde y Molas), pero que ejercimos de todo ello honestamente. FLP/FOC/ESBA fue una confederación por imposibilidad práctica de ser otra cosa".

Tanto el nacionalismo vasco como el catalanismo tuvieron en los felipes y en los comunistas sus más firmes impulsores: "¿Quién estaba el 11 de septiembre de 1967 en Ronda de San Pedro, frente al monumento a Rafael Casanova?", le pregunta Pasqual Maragall.

Éramos nosotros, siguiendo consignas del Guti. Los comunistas y nosotros. El catalanismo lo practicamos los comunistas y nosotros".

Más allá de la historia política y social, la militancia en el FLP imprimió carácter. Dejó impronta en el aspecto más estrictamente personal de sus militantes. "La historia del felípe es más una parte de nuestra historia privada que de la historia social y política del país. El PSUC y el PCE hicieron gran parte del trabajo sucio que se requiere para estar realmente en los libros de historia y salir del puro álbum de fotos amarillento. Que es donde estamos nosotros", concluye Maragall.

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