Crítica:VISTO / OÍDO

Bernstein-Beethoven, o la tradición del sonido

Bernstein -que protagoniza desde el pasado jueves una serie emitida por TVE y centrada en las sinfonías de Beethoven- se declara pedagógico y educativo; Beethoven lo es sin pretenderlo. A Leonard Bernstein se le ve la pedagogía no sólo en sus palabras -la explicación del minueto de la Primera sinfonía, la del concierto en directo como superior a la grabación en estudio-, sino en cómo se enseña él a la orquesta, convertido él mismo en sinfonía: saltando, bailando, gesticulando.En cuanto a Beethoven, ha servido a muchos para la iniciación a la música. En lejanos tiempos no había concierto...

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Bernstein -que protagoniza desde el pasado jueves una serie emitida por TVE y centrada en las sinfonías de Beethoven- se declara pedagógico y educativo; Beethoven lo es sin pretenderlo. A Leonard Bernstein se le ve la pedagogía no sólo en sus palabras -la explicación del minueto de la Primera sinfonía, la del concierto en directo como superior a la grabación en estudio-, sino en cómo se enseña él a la orquesta, convertido él mismo en sinfonía: saltando, bailando, gesticulando.En cuanto a Beethoven, ha servido a muchos para la iniciación a la música. En lejanos tiempos no había concierto dominical sin una de sus sinfonías. Es bastante adecuado que Bernstein haya tomado las nueve sinfonías del maestro para un curso de televisión que tiene un ánimo didáctico y un propósito de comunicación masiva. Se ayuda para las explicaciones de Maxímilian Schell, que es un estudioso de la música y un buen pianista -ha dado algunos conciertos menores- y que además tiene una imagen personal comunicatíva. Suyo es parte del texto.

La serie promete ser espléndida, pero requiere una condición: que el sonido funcione. El jueves no funcionó. Resulta irritante ver al final del capítulo las imágenes de cómo se ha hecho la grabación en Viena: las decenas de técnicos con sus partituras en la mano, la colocación de los micrófonos, la atención a las mesas de sonido, y compararlo con lo que se ha oído: las zonas medias comprimidas, los pianos inaudibles, los tutti atronadores; y un triste lamento de gato enfermo en las cuerdas.

Como no se puede esperar que, haya sido así el concierto de la Filarmónica de Viena, ni la dirección de Bernstein -a pesar de su afición por los contrastes y los claroscuros-, ni la incapacidad del equipo de grabación que sale en pantalla precisamente por su calidad; hay que buscar el defecto en la emisión. Se pueden emitir suposiciones: que la grabación de un sistema a otro haya ocasionado pérdidas, que haya diferencias de segundo en la velocidad de grabación y la de emisión. O que domine la chapuza habitual, mezclada con el descuido de agosto.

Parecía -siempre en la suposición- que desde el control central se tocaban los aparatos para obtener un mejor rendimiento: sin éxito. No es admisible que una emisión exclusivamente musical y con ánimo pedagógico pueda ofrecer tan mala calidad de sonido.

En cuanto al concierto en sí, quizá podría encontrarse que Bernstein lleva con excesiva velocidad su orquesta -que indudablemente le sigue bien-, y que esa velocidad y ese exceso de brillantez perjudican las partes narrativas y melódicas de Beethoven; y que probablemente eso perjudique, repitámoslo una vez más, el carácter pedagógico del concierto para un público que espera su Beethoven, un Beethoven europeo, prerromántico, del peculiar momento histórico y musical con que comienza el siglo, y se desoriente por la ejecución a la americana y por lo que parece concesión al espectáculo. Pero esto debe ser cuestión de gustos.

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