Crítica:El cine en la pequeña pantalla

Los prohibidos sesenta

El cine político que arrastra con mayor o menor fortuna la tenaz capacidad de aburrimiento de Costa Gavras, tuvo su auge en los años sesenta, y entre sus cultivadores ninguno logró eso tan difícil que es contar una historia además de hacernos un apólogo moral, que el italiano Francesco Rosi.Ese cine tuvo un gran éxito en España precisamente porque en una buena parte no pudo estrenarse o sufrió graves agresiones de quienes debían otorgar el imprimatur. Eran todavía los años en que las buenas librerías vendían ciertos libros bajo cuerda y en que se iba a Perpiñán en escueta multitud para ...

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El cine político que arrastra con mayor o menor fortuna la tenaz capacidad de aburrimiento de Costa Gavras, tuvo su auge en los años sesenta, y entre sus cultivadores ninguno logró eso tan difícil que es contar una historia además de hacernos un apólogo moral, que el italiano Francesco Rosi.Ese cine tuvo un gran éxito en España precisamente porque en una buena parte no pudo estrenarse o sufrió graves agresiones de quienes debían otorgar el imprimatur. Eran todavía los años en que las buenas librerías vendían ciertos libros bajo cuerda y en que se iba a Perpiñán en escueta multitud para ver películas anteriores a El último tango.

De entre las películas política de Francesco Rosi la primera estrenada en España fue Salvatore Giuliano, de 1961, que entusiasmó a la crítica del marxismo cinematográfico pese a que la historia apenas resultaba inteligible después de la poda; más tarde se presentó una desigual pero honrada producción sobre el mundo de los toros, El momento de la verdad, con un matador llamado Miguelín, y El caso Mattei con Gian Maria Volonté, quizá la investigación política más seria realizada por Rosi. Mani sulla cittá (Las manos sobre la ciudad), rodada en 1963, no se estrenaría en España hasta mucho después cuando el cine de denuncia ya había perdido todo su morbo y se imponía la evidencia de que el arte comprometido no había servido para que hubiera menos cosas que denunciar.

¿Qué había en la película de Rosi para que tardara tanto el placet? Pocas cosas aparte de un indecente parecido y una honrada diferencia. Un indecente parecido entre la Italia de la Democracia Cristiana dada a la especulación inmobiliaria, al crecimiento desmesurado de aquellos barrios en los que la ciudad cambia de nombre, a los pactos de trastienda entre las facciones de la familia política y la España de la dictadura con la Barcelona de Porcioles, la abrupta ascensión del Opus Dei, y el posibilismo en todas las esferas de la creación artística. Y una grave diferencia en que en la Italia de la Democracia Cristiana todo eso no podía impedir que Francesco Rosi hiciera su película.

A 21 años de su rodaje Mani sulla città puede parecer hasta inocente porque no hay nada que pase más deprisa que la audacia moral y el compromiso artístico, pero quedará una obra en la que la necesidad de denunciar no lleva a hacer un cine en el que se despoje de razones al adversario. Esa imagen de Rod Steiger, el constructor ligero de equipaje argumentando por qué su trabajo es algo más que un negocio movedizo, vale por varios miles de metros de cine panfletario.

Las manos sobre la ciudad se emite hoy en La clave, espacio que comienza a las 20.30.

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