Entrevista:

Sarah Tisdall

La funcionaria encarcelada por filtrar un documento reservado sobre la llegada de misiles de crucero al Reino Unido

Sarah Tisdall, la funcionaria de 23 años que filtró un documento al diario The Guardian y que ahora cumple condena de seis meses de prisión, no es una joven atolondrada o deseosa de protagonismo, como algunos medios de comunicación han querido presentarla, sino una mujer con ideas muy claras sobre su responsabilidad como individuo y como ciudadana. Pocas horas antes de conocer su sentencia, Tisdall explicó ante las cámaras de la televisión privada británica qué le había movido a fotocopiar un documento clasificado como reservado y darlo a conocer.

"Me parecíó inmoral", dijo Tisdall, "qu...

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Sarah Tisdall, la funcionaria de 23 años que filtró un documento al diario The Guardian y que ahora cumple condena de seis meses de prisión, no es una joven atolondrada o deseosa de protagonismo, como algunos medios de comunicación han querido presentarla, sino una mujer con ideas muy claras sobre su responsabilidad como individuo y como ciudadana. Pocas horas antes de conocer su sentencia, Tisdall explicó ante las cámaras de la televisión privada británica qué le había movido a fotocopiar un documento clasificado como reservado y darlo a conocer.

"Me parecíó inmoral", dijo Tisdall, "que el ministro de Defensa, que debe rendir cuentas ante el Parlamento, hubiera decidido no estar a disposición de la Cámara el día en el que iban a llegar los mis¡les de crucero. Tenía previsto esperar hasta que los misiles ya estuvieran en el Reino Unido y comunicarlo precisamente al final del tiempo dedicado a las preguntas de los diputados, sin dar tiempo a que la oposición reaccionara".Sarah, es una joven tímida, pero habla con firmeza y decisión. Está convencida de que hizo lo que tenía que hacer, e incluso ahora, cuando la ley ha caído con todo su peso sobre ella, afirma que volvería a filtrar los documentos.

Tisdall procede de la clase media alta de Inglaterra. Sus padres son médicos y trabajan en Plymouth. Sarah. fue a una escuela privada, de tradición anglicana, y entró a trabajar en junio de 1980 en el Ministerio de Asuntos Exteriores, recién cumplidos los 20 años. Sus compañeras de colegio la recuerdan como una muchacha estudiosa y popular, sin especiales convicciones políticas. Sin embargo, la joven funcionaria ofreció una imagen muy distinta en la entrevista televisada. "¿Tiene usted un punto de vista propio sobre la política de armamento nuclear del Reino Unido?", preguntó el periodista. "Sí, pero eso es asunto mío", contestó tajante. Más adelante afirmó que se sentía desilusionada por la política del Gobierno conservador: "Creo que la actitud del Gobierno tiene efectos perniciosos. Se disminuye el dinero para la salud o para la educación, pero se aumenta para un armamento que no necesitamos realmente".

La joven explicó también por qué se entregó a la policía una vez que The Guardian cumplió la orden judicial de entregar el documento comprometedor: "Por un lado, se iba cerrando el círculo de la investigación, y yo no quería que la policía me sacara de la cama a las cuatro de la madrugada. No deseaba tampoco que mis padres se enteraran de lo ocurrido a través de una persona extraña. Por otra parte, ternía que mis compañeros de oficina tuvieran que pasar por la experiencia que yo había sufrido el día antes, cuando me interrogaron".

Sarah Tisdall criticó moderadamente al diario que entregó el documento a sabiendas de que denunciaba a su fuente: "Creo que The Guardian debía haber desobedecido la ley, pero ésta es una opinión interesada, porque la consecuencia fue mi arresto".

Sus padres y su novio, un amigo de la infancia que estudia actualmente en el Imperial College, la han apoyado sin reservas. "Yo no sé qué hubiera hecho en su lugar", explicó su madre, "pero sé que Sarah actuó de acuerdo con su conciencia. Se encontró con un conflicto de lealtades: su obligación como funcionaria y su obligación como ciudadana". Sarah Tisdall se mostró anonadada cuando conoció la dura sentencia. En la televisión había dicho: "Va a ser muy duro, pero supongo que no puedo hacer nada más que apretar los dientes y aguantarme".

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