Tribuna:

El accidente

Recuerdo perfectamente la definición de accidente que el cura de filosofía de mi colegio nos obligaba a recitar de memoria, según el dogma. escolástico: el accidente no existe per se, no es en sí, que es en otro.Confundir el humilde accidente con la orgullosa sustancia implicaba el suspenso fulminante.

Mucho han cambiado las cosas desde entonces en el mundo, porque cada día está más claro que el accidente no sólo existe con total independencia de la sustancia, sino que la sustancia histórica, política, de las sociedades modernas es con exactitud el accidente, la catástrofe, la he...

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Recuerdo perfectamente la definición de accidente que el cura de filosofía de mi colegio nos obligaba a recitar de memoria, según el dogma. escolástico: el accidente no existe per se, no es en sí, que es en otro.Confundir el humilde accidente con la orgullosa sustancia implicaba el suspenso fulminante.

Mucho han cambiado las cosas desde entonces en el mundo, porque cada día está más claro que el accidente no sólo existe con total independencia de la sustancia, sino que la sustancia histórica, política, de las sociedades modernas es con exactitud el accidente, la catástrofe, la hecatombe.

Nos educaron en la metáfora de la línea recta y continua -que, en una versión, iba desde la mañana de la Creación hasta la tarde del Juicio Final y en la otra, desde la noche de la evolución hasta la mismísima revolución final- y ahora resulta que el camino de la historia, además de no conducir a parte alguna, va construyéndose de accidente en accidente, como en un siniestro juego de la oca, pero sin happy end.

Repaso la cadena de acontecimientos que, según los expertos, han ido diseñando la historia contemporánea y sólo logro contemplar accidentes que interrumpen la famosa línea de continuidad, especialmente la materialista. Desde el asesinato de Kennedy al Watergate de Nixon, desde la crisis del petróleo a la crisis del dólar, desde el mayo del 68 al caos de Líbano, desde el golpe de Tejero al golpe terrorista de mañana, desde las inundaciones mortales a la sequía asesina.

Acaso la continuidad vaya por dentro, como las procesiones. Pero, al menos, resulta sospechoso que los discursos políticos y económicos ordinarios parezcan estar exclusivamente fabricados por acontecimientos extraordinarios.

El accidente desempeña en la actualidad la misma función movilizadora que antaño las sustanciosas ideologías. Los pacifistas nacen de la hipótesis de un accidente bélico-nuclear, los ecologistas son hijos de la posibilidad de la catástrofe tecnológica y los demócratas españoles necesitan periódicamente del pavor al golpe o al atentado para manifestarse como tales.

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