El pasado fin de semana, dos ancianos murieron en soledad a pocos metros de distancia

El pasado fin de semana, dos ancianos, uno de 70 años de edad, el otro de 65, fallecieron por causas naturales en la más absoluta soledad. Nadie les echó en falta. Sus cadáveres podrían haber permanecido semanas en las viviendas si no fuera porque los olores provocados por la descomposición de los cuerpos alarmaron a los vecinos. El drama de la muerte en solitario de los ancianos se repite en la ciudad de Madrid con alarmante periodicidad. la triste marca de la muerte en solitario la sigue teniendo Adelaida Sánchez, cuyo cadáver fue descubierto a los tres años de su muerte.

Baltasar...

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El pasado fin de semana, dos ancianos, uno de 70 años de edad, el otro de 65, fallecieron por causas naturales en la más absoluta soledad. Nadie les echó en falta. Sus cadáveres podrían haber permanecido semanas en las viviendas si no fuera porque los olores provocados por la descomposición de los cuerpos alarmaron a los vecinos. El drama de la muerte en solitario de los ancianos se repite en la ciudad de Madrid con alarmante periodicidad. la triste marca de la muerte en solitario la sigue teniendo Adelaida Sánchez, cuyo cadáver fue descubierto a los tres años de su muerte.

Baltasar Sebastián Aparicio, de 70 años, fue encontrado a las 16 horas del lunes por agentes de la Policía Nacional tendido en la cocina de su casa y con síntomas de descomposición. Llevaba, al menos, tres días muerto. Vivía solo. Una vecina del inmueble número 15 de la calle de Yuste, en Entrevías, había notado mal olor y moscones merodeando en las ventanas. Según declaraciones de un hijo del fallecido, que no quiso dar más detalles, sufrió un infarto de miocardio.El piso bajo, puerta B, del in mueble, un edificio de ladrillo rojo, de los construidos por el Ministerio de la Vivienda en los años sesenta, tiene las ventana al alcance de las miradas. Allí vivía Baltasar, un viejecito al que los vecinos tenían por un hombre agradable y solitario. "No veía mucho a la familia", declaró un vecino. Era jubilado y tenía un puesto de tabaco. La vecina que apreció la falta del anciano avisó a un joven convecino de la casa quien subió al alféizar de la ventana y desde allí observó la habitación de Baltasar. El pantalón y la camisa estaban sobre la cama abierta. El cadáver tenía el pijama puesto".

Cerca de aquel lugar, apenas a 500 metros, en el tercero D del número 16 de la calle de Guadalcazar aparecía el domingo el cuerpo sin vida de Luis Agudo Carabaño. Luis, 65 años, soltero, vivía con su madre anciana, que estaba ausente, veraneando en su pueblo natal de Consuegra (Toledo). Una vecina echó en falta el viernes el martilleo en la casa de Luis Agudo, que estaba haciendo unas pequeñas reformas en su domicilio. Poco antes, en la mañana del miércoles, la misma vecina había estado charlando con él y asegura que le dijo que el médico le había diagnosticado una angina de pecho.

Una muerte secreta

El viernes, preocupados por la ausencia de ruidos, intentaron contactar con una hermana del fallecido que sabían vivía en Embajadores, pero no encontraron su teléfono. El sábado vino un representante de la compañía del gas y llamó a la puerta. No hubo respuesta. Ya el domingo algún vecino empezó a hablar de un extraño olor en las escaleras.Entonces, alguien se acordó que Luis Agudo era primo hermano del actor Nicolás Dueñas. Buscaron su teléfono en la guía y le avisaron. Éste llamó a Consuegra. Luis no estaba. Los bomberos y la Policía Municipal acudieron alrededor de las cinco de la tarde. El cadáver yacía en la cama, semidescompuesto. Luis Agudo, jubilado, había sido enfermero de José María Pemán, y al parecer había compuesto letras de canciones que interpretaban célebres artistas como Lola Flores. Luis Agudo y Baltasar Sebastián habían compartido una muerte secreta a pocos metros de distancia.

Fue la misma muerte que padeció Adelaida Sánchez, una antigua enfermera almeriense, que el pasado 18 de diciembre fue encontrada sin vida por los funcionarios de un juzgado de Primera Instancia que procedían a embargar sus bienes por orden judicial. Los funcionarios llamaron repetidas veces a la puerta de la casa de Adelaida, situada en el número 155 de la calle de Bravo Murillo, y al no obtener respuesta forzaron la entrada del piso. Allí dentro encontraron junto a la cama lo que parecía un esqueleto de mujer que conservaba intacto el cabello, vestía una bata y calzaba unas zapatillas. Eran los restos de Adelaida, que por entonces habría cumplido 72 años. Según los vecinos, hacía más de tres años que no la veían.

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