Crítica:

Sueños de seducción

Una brillante idea argumental le sirve a Donald Siegel para ofrecernos una de sus películas más insólitas e inquietantes. En The beguiled -que quiere decir El seducido, y no El seductor, como erróneamente se tituló la versión española-, un oficial sudista, herido, va a parar con sus huesos bastante aparentes -se trata de Clint Eastwood- a un pensionado de señoritas sudistas en donde desde hace tiempo no ocurre nada... Y en donde no se avista varón con demasiada frecuencia.Como en el Teorema pasoliníano, o como en el Picnic de Joshua Logan, el elemento exterio...

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Una brillante idea argumental le sirve a Donald Siegel para ofrecernos una de sus películas más insólitas e inquietantes. En The beguiled -que quiere decir El seducido, y no El seductor, como erróneamente se tituló la versión española-, un oficial sudista, herido, va a parar con sus huesos bastante aparentes -se trata de Clint Eastwood- a un pensionado de señoritas sudistas en donde desde hace tiempo no ocurre nada... Y en donde no se avista varón con demasiada frecuencia.Como en el Teorema pasoliníano, o como en el Picnic de Joshua Logan, el elemento exterior, que irrumpe inesperadamente en un círculo cerrado y aparentemente pacífico, servirá para sacar a flote todas las tensiones. Lo que tiene de original la película de Siegel es que lo que aflora en su pensionado es toda una trama de pulsiones eróticas que conducen la película por caminos insospechados.

El seductor se emite hoy a las 22

30 en la primera cadena.

Donald Siegel, cineasta de rara contundencia y dudosa ideología que tiene en su haber alguna obra maestra como La invasión de los ladrones de cuerpos, una parábola que lo mismo podía tomarse por una advertencia contra el maccarthysmo como por exactamente todo lo contrario -los invasores podían ser, perfectamente, rojos malísimos-, encontró en Clint Eastwood, con quien rodó varias películas de la serie Harry, el perfecto compinche para desarrollar sus teorías del ojo por ojo.

El seductor es una espléndida película, que el voyeur apreciará mejor que el simple espectador.

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