Copa de la Liga

El Barcelona aguantó el empate a cero

Hubieran estado jugando tres horas y no hubiesen marcado ni un solo gol. El Spórting porque es uno de los equipos más inocentes del fútbol español y además contaba con la ausencia de Maceda, el hombre que abre huecos y además marca goles. Y el. Barcelona porque pasaba de casi todo. Como no vimos fútbol de calidad, tuvimos que consolarnos con lo puesto. Un árbitro de película, que intentó complicarse el partido hasta la saciedad, y un público nervioso, irascible, inquieto, gritón, ansioso de triunfos y goles, exigente, excitado y con síndrome Merino. Por si faltaba algo, el curios...

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Hubieran estado jugando tres horas y no hubiesen marcado ni un solo gol. El Spórting porque es uno de los equipos más inocentes del fútbol español y además contaba con la ausencia de Maceda, el hombre que abre huecos y además marca goles. Y el. Barcelona porque pasaba de casi todo. Como no vimos fútbol de calidad, tuvimos que consolarnos con lo puesto. Un árbitro de película, que intentó complicarse el partido hasta la saciedad, y un público nervioso, irascible, inquieto, gritón, ansioso de triunfos y goles, exigente, excitado y con síndrome Merino. Por si faltaba algo, el curioso Vujadin Boskov volvió a cometer tino de sus múltiples errores -aquí nadie se explica como han podido renovarle si no se ha visto un partido decente en toda la temporada- y colocó a Espinosa, un chaval peleón, pegador, escaso de recursos, joven, nervioso y con excesiva responsabilidad, sobre Eliego Armando Maradona.Los primeros 45 minutos de partido fueron, simplemente, un duelo Espinosa-Maradona. El defensa empujaba, estiraba a el pelusa de los pantalones, de la camiseta, daba codazos, casi mordía el cuello del argentino, cada vez que este, siempre de espaldas al portal de Rivero, esperaba la cesión de un compaflero, con el culo salido, y protegiendo siempre el balón de forma reglamentaria, para intentar iniciar el dribling con un giro brusco y rápido. El público protestaba, se salía de sus casillas, pero Urizar, que desde el primer momento se dio cuenta que la batalla estaba ahí, se puso del lado del barcelonísta y lo protegió, siempre con razón, porque Espinosa se hartó de cometer faltas.

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